CÁSATE CON UN IMBÉCIL
Así de entrada puede parecer
una «imbecilidad», pero no, no lo es en absoluto. Trataré en la medida de mis
posibilidades de desentrañar lo que conlleva unirse por un rato largo o corto a
un cretino.
Al inicio de la aventura —que
buena definición— ya desde ese momento hay algo que no te encaja, algo así como
si se te encendieran todas las luces rojas. No haces caso de las señales porque
como siempre piensas: «son cosas mías,
seguro que me equivoco».
Ese es el primer dislate, no
reconocer todas las señales que te lanza el universo —el universo que es él—.
Primer aterrizaje forzoso.
Segundo alunizaje: «este tío es idiota por más que yo me empeñe
en disfrazarlo».
Y, nada, sigues, sigues…como
casi todo en la vida el asunto requiere de entrenamiento. Es duro, son horas y
horas de adiestramiento hasta que llega el despertar.
Todo esto viene a cuento
porqué una amiga acaba de anunciar que se casa —espero que no lea el blog—. La
intención era escribir un post irónico a fin de quitar hierro al asunto. De
paso hay que reconocer que tiene sus ventajas, el yin y el yang, nunca es
del todo bueno o malo. Ahora preguntaréis que ventajas puede tener semejante
situación. Por raro que suene tiene su lado positivo.
A saber, y, aunque difícil de
aceptar: se aprende al lado de un idiota. Se aprende que, en el caso de que tal
condición nos afecte de forma personal, los recursos al lidiar con estos
individuos se desarrollan de forma potencial o exponencial; las lecciones son
tales que al final adquieres una sabiduría que quizá hubieras logrado por otros
cauces, pero mira por donde te la han ofrecido gratis —gratis no, la verdad que
no— es posible, seguro, que hubiera sido de más utilidad un master en Cambridge, con el añadido de aprender un
idioma que nunca está de más.
Sigamos a la búsqueda de más
ventajas.
Tienen estos sujetos una característica
que les hace muy «valorables», la de
ser «hombres agua»: inodoros,
incoloros e insípidos. Cualidades estas difíciles de encontrar unidas en un
solo sujeto.
Encuentro particularmente
positivo este conjunto del que se puede extraer toda una tesis sobre filosofía,
antropología y antropomorfia.
Si por una de esas
casualidades de la vida o por méritos propios, habéis tenido la suerte de
compartir vida y espacio con algún ser de estas características, daos por
afortunados. Tenéis en vuestras manos el camino hacia la sabiduría; después de
este aprendizaje todo lo demás que se vaya presentando por el camino va a ser
de fácil aceptación. Si aún os cabe duda, probad, —aplicando una buena dosis de
precaución—.
Por último, como ventaja
inconmensurable: «el imbécil no nace, se
hace», —esta tesis no está corroborada científicamente—, a medida y en el
transcurso de días, meses, años…va acrecentado sin mesura su idiotez; a más
experiencia…ya se sabe…
Yo, la verdad, no le veo sino
ventajas. A través —son traslúcidos—, de estos entes descubres la vida en otra
dimensión, en esa que andabas buscando desde el principio y que, quizá, no
hubieras topado de no haber tenido que luchar con el dragón de la imbecilidad.
Para gustos colores. Seguro
que todos preferís compartir espacio con una lumbrera. ¡Ojo! Que esta especie
también se encuentra integrada en los de primera categoría.
Hagas lo que hagas: ¡aprende!
Mientras tanto y de momento, mi
mayor preocupación es encontrar un regalo de boda adecuado a la coyuntura actual.
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Soy toda "oídos". Compartir es vivir.