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EL COSTE DE LOS DÍAS SIN SOL

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  No extrañéis dulces amigos que mi frente esté arrugada. Mi espalda cual acordeón anudada al corazón de una tierra desierta de manos ayudantes. En el olor de un último abrazo, aprendí a decir «No». Nudos que embargan el consuelo de un contacto. Lágrimas empolvadas en un desván de cobardía. En la tarde olvidé el coste de la cuesta. Llegó otra estación con empacho de días sin sol. Las nubes arrojaban una legión de cuervos que en vuelo rasante se estrellaban contra el suelo provocando una explosión de desamparada negrura. Mientras, mi piel apergaminada no aparecía en el espejo.

EL PIANO

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  Los pasos perdidos de mil siglos vagabundos por caminos de arena y piedras piramidales, por mares de cantos rodados, amén de sus abiertas heridas donde vienen a posarse insectos vampiros que absorben el manantial de néctar rodante por entre los dedos de unos peregrinos pies.  Entre sendas desconocidas buscan el descanso impreso en las notas de una canción que, a lo lejos, desacompasada, suena como un llamado a encontrar la paz que un día se perdió a través de las ruidosas notas de una burda canción. Esta publicación  El Piano. Ruidosas Notas  ¡ha llegado a la Portada de Bloguers.net!

NO ES MÚSICA TODO LO QUE RELUCE

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  Estaba justo enfrente del lado opuesto a la salida cuando las puertas se abrieron y, el hasta entonces vagón poblado de robóticas figuras silenciosas, absortas en los infernales destellos de sus pantallas, se abrió paso la música de una pequeña banda local que, inusualmente visitaba la ciudad con el fin de animar a su equipo deportivo enfrentado hoy a un claro y superior rival. No entiendo nada de himnos y banderas, mi analfabetismo deslustrado en estas materias no me permitía ubicar al grupo, pero ¿Qué importancia podía tener eso? Mis posaderas tomaron sin permiso posesión de mi esqueleto y comenzaron a balancearse a su antojo, dicho queda que, de forma totalmente automática, y, como quiera que sea que aquel gaznápiro integrante de la banda debió tomar la cadencia de mi grupa como signo de provocación, posó su mano sobre mi anca mientras aplicaba un refriego de forma circular como si quisiera sacarles brillo. Al igual que mis caderas se habían movido como un acto reflejo, mi m

EL TÚNEL DE LAS LÁGRIMAS

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Estaba justo enfrente del asiento sobre el que descansaba un libro olvidado:  «El túnel».  Pensé en la correlación entre título y tránsito presente. Alargué mi mano al tiempo que iniciaba el gesto de recogerlo cuando alguien con la rapidez de una nave interestelar sujetó mi brazo al grito de:  —¡Es mío!  Apenas entoné una disculpa mientras el individuo regresaba junto a la mujer que esperaba la continuación de la discusión ejecutada a pleno pulmón desde el otro lado del vagón. Gritaban, zarandeándose mutuamente. Desde un rincón una niña lloraba. Solo pude pensar en la metáfora que representaba el túnel por el que transcurren todas las miserias de la vida. En ese momento y sin poder apartarme de la figura de la niña pensé que era el llanto más triste que jamás había visto en mi vida. Sentí aquel llanto como la más triste contemplación de todo lo pasado por mi existencia. No pude apartar la vista de la niña. El tren se detuvo en la siguiente estación ignorando los gritos silenciosos de l

LA ESTACIÓN ESCARLATA

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  Estaba justo enfrente del cartel anunciador de la próxima parada. Una hora absurda como todas las del amanecer de principios de una semana más, otra improductiva semana. Día a día vagando hacia la esclavitud de un mal entendido sobrevivir a base de dejar la impronta de la propia existencia. No me miró. Clavó su daga sobre mi escápula de la que acto seguido emergió un río escarlata buscando desembocar en el mar de mis pies. Mientras caí al suelo solo pude pronunciar su nombre. La megafonía anunciaba: «Por motivos de seguridad este tren no realizará parada en la próxima estación».

VOLANDERAS

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Los sueños de un niño flotan en el interior del globo que, poco a poco, a medida que sus años en común toman altura, mutará estos en realidad o en impotente desaliento. El cielo prometido se fue de parranda con la inocencia. Una cabeza plateada al fondo sujeta el hilo añoso de un globo que se resiste a partir. …Y detrás se escucha la melodía de un viento huracanado encargado de hacer el resto… Sueños de aire. Sueños flotantes. Sueños voladores. Son los sueños de quienes anteponen la inocencia de un niño a la realidad altanera de la adultez.

EL MAR QUE NO HABITO

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  Que el mar no vea mi rostro. Que el mar no pueda ver mi cara, mis ojos, Que no escuche mi llanto, que no vea, que no sepa de mí. Que no pueda apercibirse de mi enamoramiento hacia él, Que no sea capaz de extender su brazo de espuma y alzarme en volandas, depositarme en su tálamo, hacerme su esposa. Libre me quiero, Libre lo quiero a él. Libre para cantarme al oído la melodía emergente de su fondo a la que el enjambre que lo habita le pone letra. Libre mar, libre soy en mi escondrijo de arena y espuma. No me mires, No borres mi rostro con tu espuma de plata, Enamorada de ti, Quiero la contemplación eterna que mi máscara oculta.    

LA ALAMEDA DE LOS SUEÑOS

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  Recuerdo un tiempo de rosas, De jardines mojados, De charcos sorteando el suelo de la alameda. Recuerdo que una vez hubo un cielo plagado de sueños. Recuerdo a un niño agarrado a su madre, huérfano de pesadumbres. Recuerdo que un día soñé con jardines mojados por una infinita lluvia que llenaba charcos, Que, mojada mi alma,  Quedaba a la espera de un irreverente sol.   Sueños que un colérico aguacero no consigue borrar.

NI FÚ, NI FÁ...SINO TODO LO CONTRARIO

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    Amapola buscaba concienzudamente debajo de las piedras en  tanto iba dibujando eclécticas efes, fulminando falsas galantes galerías, hartándose de hurtar imaginativos imanes. Junto al karma kinesiológico se adjuntaban lánguidos lamentos, lejanos lugares, limosneros mañaneros, mientras, misteriosamente, manteó, ninguneó ñoñamente, las ñapas opresoras, esas pequeñas pajarracas que resistieron sutilmente todo un vivero de webs xilófagas y zalameras.   —IGNORA CON LA PALABRA Y CON LOS GESTOS. Ignorar es la mejor manera de no dar valor al comentario. Ni pidas una explicación, ni te enojes, ni mires con ojos ofendidos. Simplemente ignora—.

LA SONRISA QUE LO CAMBIÓ TODO

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                                                                                 El día en que todo acabó venía como todo lo que acaba con un nuevo comienzo bajo el brazo, un brazo amenazante en principio, pero, que habría de conocerse en un futuro que desmentiría lo que en un principio pareció querer mostrar. Un campo de amapolas, un sembrado colorido. Una hacienda olvidada poblada de lagartijas. Y, de repente, Hermenegildo transfigurado en descubridor de parajes ocultos se da con ella de bruces. Hermenegildo, aventurero procaz se había cruzado por lo largo y ancho de sus correrías con todo tipo de paisajes y lugares desconcertantes unas veces, insólitos otras, y, tenebrosos en alguna que otra ocasión. Esta vez como todas las anteriores se adentró en los restos de la casa en ruinas esperando encontrar vestigios de lo allí vivido o algún rastro de quien habitó entre lo que ha terminado por comerse la naturaleza. Con cada paso se iniciaba un concierto que proporcionaban los acordes de l

EL ÉXODO DE LA PALABRA

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  Con el entusiasmo con el que un niño abre sus regalos en reyes llegué a casa dispuesta a desembalar mi tesoro, adquirido en la pequeña librería de la que venía gozando hace años. Tomé posesión de mi silla junto al escritorio y me dispuse a dar buena cuenta en mi maravillosísimo cuaderno de tapas doradas y, todavía vírgenes hojas, administrándole una dosis de fantasía, y sobre todo y por todo del momento dulce que me cobijaba en ese siempre imprevisible presente. Invité a la palabra para que acudiera rauda a mi cita con el papel. Invité al lápiz a la pluma a la tinta y a la goma de borrar. Solo la última acudió a la cita, la que a través de su materia convierte en blanco todo lo que antes había quedado impreso en negro… Mi fiesta convertida en infausto funeral. Mi cuaderno a la espera de que estos figurantes quieran aceptar la invitación duerme en una esquina redonda el sueño de los incansables optimistas.

LOS ABRIGOS DE ENTRETIEMPO

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  Mi tía Concha era una posmoderna. Una posmoderna en todo por todo y para todo. Hubo un tiempo en un país muy lejano en el que las señoritas de postín organizaban sus armarios según la estación del año. Entre los muchos enseres había uno a su criterio, imprescindible: el abrigo de entretiempo. Abrigo de entretiempo que por entretiempos pasó de su postinera impronta a prenda trasnochada por razón de la materia: los entretiempos habían pasado a mejor vida llevándose con ellos la protección de estas prendas a las que el tiempo concedió la cualidad de obsoletas. Huérfanas aparcadas en un rincón del almario*. Mi tía Concha me dejó un caudal abrogatorio digno de una princesa, y por añadidura, lo complejo de cómo administrar dicha herencia. No necesité darle más de dos o tres vueltas a la cuestión. —«Si el entretiempo se ha ido de parranda crearé mi propio período de tiempo próximo al verano de temperatura templada y suave». …Y los chicos se reían al verme pasar puesto que nada d

LA HUIDA

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  Bajo un cielo cargado de estruendos y luces que iluminaban con sus rayos la noche más negra de aquel mes de febrero, vino al mundo Valentino entre gritos de la madre, lamentos y truenos de un cielo que amenazaba con caer sobre aquella tierra dura como el pedregal. Pareciera que todo el conjunto unido quisiera ser una admonición de lo que sería a futuro la vida del muchacho. Valentino, nombre impuesto en honor a su abuela Valentina nada tenía que ver con su idiosincrasia pues desde que echó el primer diente quedó de forma manifiesta su endógena cobardía.  A medias de su crecimiento cuando el disminuido grupo de chiquillos que aún quedaba en aquel paraje pasaba las horas muertas entre riscos planeando batallas sin comando ni dirección, él, esperaba al abrigo de un matorral a que bajaran para volver seguro al pueblacho. La muchachería le regalaba en cada escapada una serie de epítetos a cuál más cruel gritándole en su cara lo extravagante de su acción —inacción, más bien— y lo poco

CÍRCULO SUSPENSO

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  …Y la muerte pasó de largo cuando el niño burló su autoridad insertando el último círculo de vida en lo que a lo largo de siglos fue la segadora de ilusiones.   El juego de la vida comienza entreverando los círculos en el devenir de los días hasta llegar al último aro. La inserción o no de este decidirá quién será el vencedor de la batalla.  

SILENCIO

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  Silencio que con su diletantismo enmudece los cañones.  Un silencio que pesa quintales. Un silencio con peso de pluma. El silencio atronador de unos labios cosidos a balazos. El silencio explícito de los ojos imposible de acallar cual órganos irreversiblemente enmascarados, y, sin embargo, recitan todos los versos que pudieran ocupar kilómetros de papel en blanco. El silencio azul de las nubes arcanas tras los andamios inhibidores cual pantallas ocultadoras del lienzo pintado en un firmamento gris, amargo, irredento. Silencio pesado cual losa marmórea. Silencio liviano de plumífero lecho. Silencio de cementerios de cuyos vacíos sepulcros se eleva el grito que jamás fue escuchado. Silencio limpio. Silencio cobarde, amordazador de llantos de hambrientas bocas que resuenan sordas, que enmudecen las balas criminales testigos de la cobardía de generales locos. El silencio de unos brazos alzados que gritan clemencia…el silencio traidor de la ráfaga de balas que los in

LIENZO EN BLANCO

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  Sábana blanca, dorada por la acción de la luz ondulante de los sueños. Sueño desierto, Sueño sediento, Sed de fulgor áureo y eternamente níveo. Invariablemente dorada luz perpendicular rodeando el lecho con sus refulgentes brillos, flanqueando el sueño de escapar por entre las ondulaciones del desierto de tu cama. Luz calma, Luz, calmado esplendor que agita el deseo de ser la franja dorada tornándose vestido que envuelva tu cuerpo. Desde mi fortaleza blanca, entre finas ondas de tierra dorada, en la espera de levantar el vuelo, un resplandor alba alumbra mi cama. Cual rayo de luz ilumina el sueño de lo posible mientras la luz pálida del amanecer me lleva hasta el confín de tu sueño. Los pliegues de mi lecho se alían con el fulgor que circunda el espacio y huyen para reposar en ti entre el brillo dorado del deseo Sábanas blancas bamboleándose ejecutan un baile mientras inician la huida por la ventana. Se unen a sus compañeras inmaculadas, guardianas del marco ventana

EL PARTO DE LA FRÍA ROCA

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  El parto múltiple de una roca: Una formación rocosa. Un alumbramiento inesperado. Una roca hecha mujer. Una mujer hecha roca. Un desierto de rocas. Una interpretación rocosa. La madre de todas las piedras. La abuela del pedregal. Las piedras madre, frías, ausentes. Al frío calor de una roca se acoge el gélido corazón de una mujer piedra. La roca dura. La roca dúctil. La roca engarzada. La roca rodante, la roca preocupante, la preocupada roca. La roca presa. La roca libre. La roca afilada de cuyo borde emana la sangre acumulada de los incautos que un día osaron tocar su filo. Roca desmayada. Roca, desmadejada en guijarros buscadores de asociación con su gris dentadura que asoma sus fauces al temerario saltador de peligros. Roca dura de tus ojos, envuelta en niebla se retuerce y, rueda en cascada muda. Mientras, el granito se desprende en duro polvo por el desfiladero donde gota a gota cae enmascarando su crudeza.