HE HECHO TRAMPA CON LAS PASTILLAS
Upropia había recelado durante toda su vida del gremio medicalense. No se fiaba; no lo hacía por desconfianza, era su olfato el previsor, el inductor a enfrentarla a aquellos «botoncitos» de colores, de gusto raro y de aún más raro si cabe, su dudosa efectividad, por no hablar de los efectos no deseados, provocados en cada célula corporal con nulos resultados efectivos, por más que proclamara sobre ellos mil bendiciones el clan de atuendo pijamil. Con cada dato obtenido tras la lectura impresa en los respectivos envases de anodinos colores, Upropia, elaboraba un riguroso informe interior por supuesto no compartido ni con su almohada. Fuera de toda desconfianza, habiendo pasado de ella, vino a toparse con la certeza de lo acumulado en su cabeza desde hacía lustros: «Esto no solo no me curará, sino todo lo contrario». —Se dijo; tenía por costumbre hablar para sí. En las siguientes semanas dedicó por entero sus horas en la elaboración de plan, tesis, ruta…o cualquier otro sin