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Mostrando entradas de julio, 2020

LAS VENTANAS DEL OLVIDO

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¡Confesad! ¿Vosotros también habéis clamado en más de una ocasión eso de: «Si mi abuela levantara la cabeza»? ¿Entenderían nuestras abuelas el mundo de hoy? Los móviles, esos artefactos invento del diablo que nos han robado cualquier resquicio de intimidad que pudiéramos tener, por no hablar del ejercicio de supervivencia a llevar a cabo para no ser engullido por cualquier caminante que, absorbido en sus ondas, te lleva por delante y ni siquiera te ve. Yo, los prohibiría tres o cuatro días a la semana, inventaría un sistema por el cual, dependiendo de tus iniciales, se asignarían los días correspondientes —es una idea, seguro que se puede mejorar—. Las abuelas frente al televisor en blanco y negro viendo «ESTUDIO UNO». Las abuelas de hoy delante de la pantalla colorista y plana en la que, bandas esperpénticas, muestran las miserias que todo humano debería llevar escondidas. Hubo un tiempo de solanas donde todas las tardes con sus costuras se reunían alrededor de la radio, silen

LOS GATOS TRISTES NO PUEDEN BAILAR

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De todos los posibles imprevistos el más inesperado del conjunto es el previsible-previsto.  Mientras organizaba de cualquier forma sin orden establecido los bártulos en la maleta iba pensando en esos imprevisibles cabos sueltos que, por insignificantes, pasaban inadvertidos a lo largo del viaje sin billete de vuelta que estaba por iniciar. Dio tres vueltas a la casa; echó la vista sobre el silencio avaro que se había apoderado de muebles y paredes. Un timbrazo agudo y punzante del portero automático llevó sus pasos hasta la puerta. —Ya bajo —contestó. El conductor —oscuro como el día— acomodó su equipaje en el maletero del coche sin dirigirle siquiera la mirada. Era un tipo imponente, alto, fuerte; su cara llena de cráteres, producto seguramente de haber contraído en su día la viruela junto a un ojo estrábico conformaban el conjunto de un personaje de novela de suspense. Pasados todos los controles aeroportuarios por fin, intranquilamente sentado al lado de la ventanilla v

LOS CUERDOS DEL FRENOPÁTICO

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Había visto anunciado en internet el concierto de «DEAD FROM ASCO». —«Vamos a ver si me aclaro; si por todas partes se anuncia el fin del mundo para ese mes ¿Qué cojones hago yo comprando entradas para el recital? ¡Vale! ¡Lo tengo! Se las vendo a Leo y con lo que saque me pago una corona de flores.  Mejor espero que salgan a la venta entradas para la gloria, el cielo, la eternidad, lo que sea que sea que haya detrás del apocalipsis».   La música que llega de repente hasta él, consigue sacarle de sus cavilaciones. No distingue si es un sueño o es él el soñado de alguien, pero esa música induce a pensar que está dentro de un frenopático cuyos conductores ansían para sus habitantes una la locura irreversible. —«Mucho me temo que este concierto es el principio del fin de un desconcierto. ¡Qué apaguen esa música! ¡Me cagüen en el inventor de un ‘corazónpartío’! la cara es lo que tendría que tener ‘partía’». —Buenas Gabino. Aquí tienes, de parte del jefe. —El celador le entrega un

LAS GALLINAS NO VISITAN AL PSIQUIATRA

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En la comunidad de los cacareos, eran estos, el pan de cada día. Insultos, gritos, junto a la arenga correspondiente, correspondiera esta o no. Y en aquel Babel se confundían las razas…y nada se entendía, y a los opositores se les castigaba de la peor forma: la indiferencia… El habitáculo circular en el que se reunían tres veces por semana, giraba sobre una plataforma, con el efecto de ir persiguiendo el movimiento del sol. Contaba además con otro poder: al posarse sobre el estrado la gallina de turno y cacarear sin tino ni destino, el mecanismo giraba dejando a la cacareante en penumbra y libre de los «aplausos» que le habrían dedicado sus correligionarios. Ni uno solo de los cacareantes allí congregados consiguió jamás mantener los rayos sobre sus huesos el tiempo necesario para brillar. No se sabe a quién encasquetar el invento, pero sin duda fue una idea apoteósica. Las gallinitas ciegas. Si uno es lo que mira, lo que ve, lo que piensa, habrá que tener mucho cuidado con

LÁPIZ

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Lápiz de grafito negro. Lápices de colores ordenados cual soldados preparados para el desfile de letras sutiles, delatoras, alcahuetas, indiscretas. Su primera caja de lápices. El olor de los lápices de colores que aguardaban la liberación de su caja de pino. En la noche el lápiz se desliza mágico por el papel. La mañana trae el folio en blanco: todo ha desaparecido como si la tiniebla actuara cual goma de borrar. El lápiz etéreo no graba su impronta, que desaparece en la huella del amanecer. La magia del lápiz oculta a la luz del día lo que la impúdica noche expresa sin pudor. —«La historia se escribe de noche, se borra de día». ¿De dónde venía esa voz? —«Tú y yo sabemos que, escrita nuestra historia, no tendrá el mínimo interés. Que el tiempo ejerce de verdugo dejando sombras a la posteridad». El proyecto de escribir la historia de su vida le costaba lo que no estaba en los escritos —nunca más válida la expresión—. Escribía, emborronaba, tachaba y volvía s