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Mostrando entradas de abril, 2022

TANTO MONTA, MONTA TANTO

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  ¡No seas bovina! ajústate las gafas o todas las *bacas del huerto de laureles que vamos a atravesar van a tomar posesión de tu retina. —¡Y tú qué lo digas! ¡Muuuuuuuuuuuuuuu! Él, hablaba con su vaca Rosalía. El personal creía que algo no andaba bien en la cabeza de Lolo para creer que mantenía un diálogo con un mamífero de cuatro patas, vegetariano y cantante. Lo tenía todo el herbívoro. —Yo, lo que más temo es que un día se canse y no me conteste, o peor, que se quede muda. Es mi único miedo. —Decía Lolo. Y, así, de pueblo en pueblo, de feria en feria, Rosalía, emitía sus ¡muuuuuuuuuuuuuuuussss! que a decir de los entendidos era pura poesía calcadita de Góngora,«poesía» que hacía crecer su bolsa a reventar de maravedíes, y si te he visto, no me acuerdo. Lolo la mimaba tras cada actuación. Cubría su cuello con pieles importadas de China; le daba a probar los más ricos manjares siempre con la intención de mitigar el miedo a que por un «quítame ahí ese micrófono» fuera o fue

ALGO HUELE A PODRIDO

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A causa de un incidente de esos que en principio no parece que vayan a causar mayor problema, Adelina, había perdido parte de su sentido olfativo. Pese a esa disminución olfatoria, aquel olor llegaba escandalosamente hasta su nariz, se colaba por las rendijas de la casa, y activó todas las alarmas de su cuerpo, puestas a funcionar con la precisión que un hilo conductor eléctrico no habría superado. No podía saber, por el momento, ni de dónde ni cuál era el origen de semejante fetidez; se encaminó hacia la puerta del apartamento; al abrirla, una nube gaseosa la empujó hacia adentro, como conminándola a no asomar el cuerpo, como si con el empujón estuviera mandándola un mensaje de: «Quédate quieta, no te muevas, no respires» . Dentro de casa iba acumulándose poco a poco junto con el olor, una neblina suave, todavía, pero que en el transcurso de las horas fue tomando forma de nebulosa gris, imposibilitando con ello los movimientos de un lado a otro de las diversas estancias sin peligro

DUELO

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Nació con un dedo de menos en su mano izquierda, motivo por el cual le encasquetaron para los restos el apodo de «el manco» . Manco, no era, ni literal ni metafóricamente cuando se usa el adjetivo queriendo designar carencia de pericia para cualquier asunto de la vida. Su maestro don Leonardo nada más verlo se percató de la valía Blas y desde ese mismo momento, sintió un verdadero afecto por el muchacho. Siempre que se presentaba la ocasión, don Leo, aprovechaba para poner de escaparate el mérito de su discípulo. El proceder de don Leo que en principio habría tenido que ser, además de buen acto tratando de aumentar la autoestima del muchacho, logró un efecto devastador en el resto de pupilos que agarraron una tirria monumental contra Blas al que ya no podían tener sino envidia, ese pequeño «defectillo» divulgador de tantas guerras mundiales. Una tarde a la salida del colegio, a Blas, le esperaba un grupo comandado por Robertín, el líder del pelotón de odiadores recalcitrantes. For

SI TE HE VISTO NO ME ACUERDO

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Paula había sido a lo largo de toda su carrera una maestra devocionaria, de las que cuidan a sus alumnos regándolos cada día con conocimiento de causa mientras los prepara para afrontar lo que la vida se digne asignarlos. Sus convecinos la asaltaban día sí día también con la misma monserga: —«Paula, mujer, ¿Por qué no se jubila usted ya?, qué bastante ha hecho para desasnar a tanto ganado como ha pasado por su escuela». Paula tenía tan interiorizada la frase que ya ni la escuchaba, contestaba con una sonrisa mientras daba vueltas con la llave en la cerradura de su vieja casa que, chirriando, se resistía a facilitar el paso como si con ello quisiera mantener fuera de sus muros a la maestra, y esta, siguiera escuchando el mantra de sus vecinos. —«¿Qué haría yo sin mi escuela, sin mis pupilos, sin mis tareas diarias?». —La cerradura vence su resistencia y Paula continua con sus cavilaciones dentro de casa. Era martes, 29 de febrero, once y media de la mañana. En clase de filosof

LA MAGIA DEL 7

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Sentada a la mesa número siete de una cadena de TV, María de los Milagros Sinsún Nitón-Parraverde mira sin disimulo a los operarios afanados en la preparación de lo que será el escenario de un concurso donde se pondrán a prueba las dotes de eso tan general denominado «cultura general», que no tiene nada de universal, y que es menos frecuente de lo que se pretende demostrar. María de los Milagros Sinsún Nitón-Parraverde esperaba confiada en que el concurso «Sietedesiete» fuera su definitivo reconocimiento hacia el lanzamiento «estréllatele». Llevaba presumiendo tanto tiempo con esta posibilidad, que había llegado a interiorizarlo de tal forma hasta llegar a convertirlo en parte intrínseca de su dogma. Al parecer el nombre elegido por la cadena para el concurso venía dado por la creencia de que el siete guarda entre su nomenclatura una suerte de parámetros que llevan a pensar en la dotación mágica que lo acompaña. El plató o escenario de aquella cadena de TV, vulgar, y, por lo