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Mostrando entradas de mayo, 2021

SONIDOS

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El sonido de las gotas de agua resbalando en procesión formaban un río en el transcurso del cual, al atravesar tierras y personajes, encontrarían reposo en un mar de gotas conjuntas, venidas de todos los mundos pretéritos y futuros. En absoluto era suave su sonido. Resultaba martilleante, inapropiado a su propia presunta naturaleza anunciadora de serenidad. Como el tañido de una campana, despertando instintos dormidos, invitando a la tragedia, poniendo fin a ese tic-tac resbaladizo, quebrantador de voluntades. La lluvia seguía con su escándalo machacón, incansable, mojando el cristal, formando un caleidoscopio por el que atravesar la barrera para llegar al sol. ¡Oh! ¡El sonido del sol! ¡El sonido del calor del color, del ardor! ¡El antagónico sonido de la luz enfrentado al azul polar del líquido! En pugna ambos, disputándose el trono de un reino que yacía mudo, engastado en un pilar de silenciosos sonidos donde habita la paz, y, en el que dos gotas de agua, jamás son gemela

LA ÚLTIMA CENA

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Cada vez que llevaba una cucharada cargada de sopa a la boca, acercándola a esta e introduciéndola a la vez que provocaba un ruido semejante al que hubiera producido el desbordamiento de las cataratas del Niágara, los comensales sentados a su alrededor, estaban obligados a sostener la risa que hubiera convertido en tremendos aspersores «sopapasos», esa parte de la faz que les servía como vehículo de carcajeo, por el cual, eran alimentados, además de ostentar el cargo de señora del habla ininteligible de algunos, raro en otros, culta, en los menos. Señor de postín —se creía— el muy estulto; por no ser, no era de alta cuna ni de baja cama. Solo un pobre diablo al que Salamanca no prestó lo que natura no la había dado. Falto de una clase que creía poseer, presumiendo a diestro y siniestro de su fortuna —dineraria— porque otra no tenía… Era laso, cateto, fatuo y mentecato…todo a la vez, así, sin despeinarse. Si alguien osaba hacerle ver el defecto de sus «sorbidos», arrojaba sobre el s

ADIÓS

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Adioses reticentes. Convenientes adioses. Adioses inconvenientes, influyentes, incongruentes. Mi adiós es mi paz. Tu adiós es la guerra. Hay en los adioses toda una declaración de intenciones: yo me voy, tú, te quedas. No me digas adiós; quédate en el adiós. ¡Ven ahora! ¡No! ya dije adiós. Los adioses definitivos, los adioses fingidos. Los adioses con valor y sabor a tesoro. Los adioses de lata, Los adioses de paja, esos adioses donde te vas para quedarte en un adiós inútil de barbecho, esperando, tal vez, una cosecha de adioses donde refugiar un saludo de bienvenida. La palabra adiós es una palabra triste, como fregadero, ventilador o caleidoscopio. No te digo adiós. En mí solo cabe un imprevisible: ¡ hasta luego!

LIMPIEZA

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  —¡Timoteo! ¿Te has limpiado el aura esta mañana? —Grita Leo a su ‘husband’ desde el dormitorio inmatrimonial. —¿Qué? ¡Pero qué dices! ¡Bonita y rara forma por demás de dar los buenos días!   —Contesta igualando decibelios Timo —así es conocido y llamado en su círculo amistoso— desde el baño. —Tú verás, pero se nota más oscura que el fondo de un horno. Eso se va a notar en el congreso de los di S putados a pesar de la distancia de in S eguridad. — «Esta tía es estúpida; menos mal que no sabe de lo mío con Maripili, entonces sí que vería además del aura, su porvenir negro». — «Es gilipollas total el pobre; piensa que me engaña cuando soy yo quien le engaña a él, haciéndole creer que yo soy la engañada». Imaginad por un momento si los pensamientos pudieran ser cruzados a través de una especie de autopista de cabeza a cabeza. —Vamos a ver Leo ¿Qué es eso del aura negra? ¿¡No se te estará yendo la olla con tanta lectura rara ¡Por no hablar de la participación en ese grupo

UN CADÁVER EXQUISITO

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Bajo la cama, una bola de polvo y pelo anunciaba la posible ocupación del espacio en un tiempo pasado de un exquisito cadáver. Cada habitación contaba con su particular colección de posibles «fiambres». Y, es que, a pesar del lujo de aquel recinto, la humanidad que lo habita, junto con un hedonismo recalcitrante, configuran un panorama parabólico:  «Polvo eres y en polvo te has de convertir». Pensaba que todo marchaba a pedir de boca cuando un desconocido con aire preocupado le visitó, preguntándole si era la persona que hasta hacía poco había ocupado el local número 38, de la calle Esperanza… Sí, contestó; aunque hubiera preferido no hacerlo. De haber elegido otro lugar donde posar mi osamenta, quizá, hoy, seguiría vivo, —Añadió. Las elecciones hechas así, al tuntún, tienen consecuencias irreversibles. Al otro lado de las ilusiones hay pájaros muertos. Hay días en los que parece que la providencia se va de juerga con la Parrala. Y, como en su día, Cristo, comentó a su psico

CRÓNICA DE UNA BODA ANUNCIADA

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Nada más recibir  la invitación me puse a rebuscar entre toda la basura de siglos, acumulada en el desván de los despropósitos una pamela que había visto en fotos del álbum familiar a una de mis bisabuelas —igual estaría repleta de polillas en el mejor de los casos, o roída por los ratones, en el peor de los pronósticos—, y, no es que me gustara a mí la asistencia a tales eventos que terminaban por producirme una suerte de eritema asemejándome a un guiri achicharraó por el sol mediterráneo, por el cual, el extranjero, tendría mejor aspecto que una servidora…pero, es que miren ustedes, amigos, ¡Esta no me la podía perder! y no podía porqué para mí el experimento resultaba de lo más excitante, quería ver de primera mano —de primer ojo— como era posible que dos seres de planetas distintos —amén de lo dificultoso de descubrirse— hubieran podido llegar al nivel de querer unir ¿Sus vidas? ¡Ay! ¡Los caminos del amor son inescrutables! Eso, y, que yo, había escuchado por ahí el mantra: «De un

ESO QUE LLAMAN CONCIENCIA

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En esa franja que va de la conciencia a la consciencia y, que se queda pillada en una nube de inconsciencia, justo ahí, quedó atrapado. De moral relajada, confiando en una suerte tal, que venía disfrutando cual gato caído de pie, desde su nacimiento.  Iba distraído por la vida, y, puede que, este fuera el motivo por el que nunca tropezó con la pasma o la pasma no quiso topar con él… —¿Esta tarde en la rebotica como cada viernes? —Preguntó Lito al cruzarlo de casualidad en la calle. —¡Of course! …—Contestó Augusto, que se las daba de bilingüe desde el desconocimiento total de los verbos en español. Suerte que Lito conocía la lengua de Shakespeare …sino ¡De qué hubiera cazado la pedantería! A las cinco de la tarde, hora que en otra época se asimiló a las corridas de toros, cada vez más en desuso pues estas iban desapareciendo poco a poco, y, como casi todo en la vida, venía a ser el bien de unos y el mal de otros, que la vida tiene estas cosas y le da por no hacer llover a gus