SONIDOS

El sonido de las gotas de agua resbalando en procesión formaban un río en el transcurso del cual, al atravesar tierras y personajes, encontrarían reposo en un mar de gotas conjuntas, venidas de todos los mundos pretéritos y futuros.

En absoluto era suave su sonido. Resultaba martilleante, inapropiado a su propia presunta naturaleza anunciadora de serenidad.

Como el tañido de una campana, despertando instintos dormidos, invitando a la tragedia, poniendo fin a ese tic-tac resbaladizo, quebrantador de voluntades.

La lluvia seguía con su escándalo machacón, incansable, mojando el cristal, formando un caleidoscopio por el que atravesar la barrera para llegar al sol.




¡Oh! ¡El sonido del sol!

¡El sonido del calor del color, del ardor!

¡El antagónico sonido de la luz enfrentado al azul polar del líquido! En pugna ambos, disputándose el trono de un reino que yacía mudo, engastado en un pilar de silenciosos sonidos donde habita la paz, y, en el que dos gotas de agua, jamás son gemelas, nunca son iguales aun cuando resultan tan parecidas, de la misma forma que, en nada se asemejan dos rayos de sol.





Tras la lluvia llegó la sequía, y, al cielo se le olvidó que, con su llanto, había alimentado todos los sueños que un irredento sol dejó reducido a cenizas; calcinados todos los porvenires de gotas de lluvia, acuíferos, mares y ríos…

Los silencios homicidas emiten una luz que alumbra la invisibilidad. De improviso una tormenta descarga sobre él haciéndole tragar toneladas perdidas de lágrimas.

Es en ese momento cuando «sumerge la cabeza y es consciente de que nunca hasta ahora ha dicho no».

En el barrizal de su boca, en el olor de un último abrazo, aprendió a decir «no».

Todos los sonidos se hicieron silencios…



                                                                     



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