PEPITA LA DE LOS PALOTES
Llevaba media vida dándole al palote…a los palotes que formaban esas dos varillas de metal terminadas en punta que, en cada intersección, iban componiendo un tejido en muchas ocasiones de dudoso gusto y peor función. Las mal llamadas agujas, inventadas para elaborar prendas dispares y en muchas ocasiones anodinas, cuando no horrendas que, una vez terminadas acaban en algún rincón de la casa donde nunca nadie volvería a tropezarse con ellas pasando al más recalcitrante de los olvidos. En fin que, el tiempo en este caso se podría decir que era perdido, o quizá no, en cuanto servía a la hacedora para encubrir otros males mayores a la vez que alejaba su mente de situaciones que convenían ser olvidadas. Pepita La De Los Palotes iba cada sábado y domingo a la sesión doble de las cuatro en el cine de su pueblo. Sabía tan de memoria los diálogos que bien hubiera podido doblar la peli; tanto era así que, tejía y tejía sin perder ripio ni de la peli ni de su labor, ambas tediosas por demás