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Mostrando entradas de mayo, 2019

A SALTO

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¿Qué hora sería en este momento al otro lado del charco? Había pasado su etapa de estudiante sin pena ni gloria —como casi todo en su vida—. La geografía no era materia de su interés y, siempre, la arrastró sin conseguir aclarar donde estaba el Orinoco , igual podía situarlo en el cuerno de África como en el sur de Oceanía, cuestión esta que le hacía perderse de continuo y andar desorientado por un camino de gloria impuesto a martillazos. «Refulge, reinserta, retuerta, resuelta…» ¿Cómo coños se denominaría aquel brillo que llegaba de la escalera de cuerda que apareció colgada del muro que había detrás de su casa?… Despistado, disléxico, desorientado… «atributos» éstos que le asignaron cierta resignación para cruzar el anodino destino impuesto. Con todo, resolvió intentar la escalada; su miedo a cuestas, sus ojos desviados de la realidad que no quería enfrentar. Cuatro peldaños de ascenso y la ceguera le alcanzaron de lleno. Toda oscuridad, todo negro, un agujero negro por el

FRÍO

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En la calle empedrada resuenan unos tacones. A su izquierda las saltonas luces de neón azules y amarillas, anuncian: «Tacones de hielo». El rimbombante nombre del bar la empuja a entrar.  —¿Qué tipo de fauna habita un lugar así? —piensa. Entre dudas, cruza el umbral. Llama su atención la barra iluminada, el juego de luces que hay sobre y dentro de ella que simulan un bloque de hielo y provocan un haz de humo ascendente que se evapora al contacto con el techo. A los lados una hilera de mesas mezcla de silicona y cristal conforman un paisaje antártico. Bordeando la barra aparece un pasillo con cortinas en forma de hilos helados que conduce hacia una estancia gélida en la cual se encuentran los baños. Todo frío, como si el decorador hubiera querido conquistar el alma de los pobladores de ese local a base de congelar su existencia. En el ventanal se refleja la figura de un tipo sentado a una de las frías mesas del salón…la observa sin mucho disimulo. Agarra su copa como si fuer

NAÚFRAGOS DE DUDAS

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  Las tres de la tarde y todo sereno como continuación a una noche turbia. Una calma chicha que mantenía en vilo cualquier esperanza de tranquilidad. —«No huyas cobarde» —dicta la voz del pensamiento a uno de los interfectos. Demasiado tarde para volver la cabeza. Aquello que había comenzado como una aventura se iba convirtiendo en una auténtica pesadilla. —Una noche de perros, gatos y toda la fauna junta —piensa Anacleto. Estos cuatro Jinetes del Apocalipsis —cualquier parecido con ellos no es pura coincidencia—, querían cambiar el mundo. No consiguieron cambiar ni su comunidad de vecinos. Después de las cinco guerras sin cuartel, establecidas para gloria y vergüenza ajena entre ellos, la cosa acabó como el rosario de la aurora: cada mochuelo a su olivo y dios o satanás en la casa de cada uno. Ni uno solo de los cambios prometidos en ínclita campaña llegó a consolidarse. —Si lo llego a saber no vengo —reflexiona Luis Ignacio. —¡Pues anda que yo! —dice Cristóbal. —Mi m

FANTASMAS DE LOS ARCHIVOS

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Sala Rafael de León . Biblioteca Estatal. La Zarzamora llora que llora por los rincones. Ha desaparecido de la Sala Rafael de León . La directora de la Sala y sus secuaces no dan crédito. —Ayer en el recuento estaba vivita y coleando, —asegura un emérito de la Sala que pasaba por allí—. —¡No gana una para disgustos! —clama la directora novata—. En el trasfondo de un armario:     — «¡Mire uzté don Rafaé! —dice la protagonista de la partitura—. ¡A mí no vengan con desapariciones y fantasmas que una es mú suspesticiosa y, se enreda en estas cosas como anzuelo mal tiraó!…   ¿Cómo que ha desaparecio la Zarzamora? Claro que nomestraña, habiéndola cantado yo, compuesta por usted… ¡Como p’a no robársela!» —«No hay mejor perro guardián que la decencia. Roban un papel y los ignorantes no saben que la esencia es lo que permanece —Comenta don Rafael—. Ni el tratante, ni el marqués sabían nada del asunto. Por el café de Levante, desde Asturias hasta Cádiz, no se conoció lut