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Mostrando entradas de febrero, 2019

UMBRÍOS UMBRALES

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Apareció en el umbral con el aspecto de un viajero que hubiera atravesado las tempestades de siete mares. Bastaba un simple y rápido vistazo para entender que su aspecto frágil clamaba a engaño. A esa tímida mirada se asomaba una mujer fuerte, acostumbrada a lidiar con lo que la vida trae a diario. Sonríe con timidez, como si temiera molestar, quizá no sabe que, una sonrisa es la mejor carta de presentación. Pelo corto, estatura media y una edad indefinida. En su cara los surcos que va dejando el poso de los años y los daños. Reposada y nerviosa a un tiempo. En el transcurso de esa primera impresión se delataría… —Buenas tardes ¿Puedo ayudarla en algo? —Pregunto. —Buenas tardes —Contesta ella, ¿Ha devuelto alguien un bolso aquí? —En el tiempo que yo llevo, no. ¿Le han robado? —No. Estaba sentada en un banco del parque, me he levantado para ir al centro de salud donde esperaba mi marido y me he olvidado recogerlo. Esperaba que alguien lo hubiera visto y entregado aquí. La

EL VIAJE SIN FIN

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Había quedado atrapado entre el brazo del asiento y la ventanilla. Lo que queda oculto a la vista acaba siendo olvidado. En sus tapas, kilómetros y kilómetros de nubes, rayos, truenos y centellas. Gritos, prisas, quejas y voces en todos los idiomas. Había hecho escala en todos los rincones que tenían en su haber un aeropuerto. Otro viaje, uno más. Nadie lo descubriría en su escondrijo, nadie le rescataba de este encarcelamiento involuntario. Su grito, acallado por el rumor y el ajetreo de los pasajeros ajenos a su oculta existencia. Él, clamaba desde lo más profundo: —«¡Sacadme de aquí! Desciende tu mano fuera del reposabrazos y concédeme la libertad». La pasajera había tomado asiento a su lado. Dejó caer su abrigo en el respaldo de la butaca. Colocó su bolso sobre la bandeja que se abría al frente. De su cartapacio extrajo un libro, un cuaderno y una pluma. Mientras leía iba tomando apuntes en su libreta de tapas negras con una inscripción cuando menos asombrosa: ¿Y tú? ¿Qui

DE DOS EN DOS

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Existe en alguna parte un yo empujando a otro yo. Cada mañana, en esos segundos que van del duermevela a la plena consciencia, nos encontramos zozobrando en una tierra de nadie, confundiendo flashes de sueños con la realidad. ¿Qué es realidad y que inventado? ¿Qué ideamos cada despertar para dar este corto paseo que es la vida? Hay un yo irreverente, quejándose de todo, por todo, y, sobre todo. Hay un yo amaestrado por siglos de una cultura amoral impuesta a martillazos. Hay un yo que lucha por acabar con todo. Hay un yo escondido sin manifiesto de ninguna clase para no ser alcanzado, protegido en el más austero de los silencios, dialogando con su opuesto sin alcanzar ningún pacto. Hay un yo, hay un tú, hay un quizá. Mis dos yoes son vecinos por razones ajenas a su voluntad. Vecinos mal avenidos a los que les ha tocado compartir un espacio que no han elegido, enfrentados por un «quítame allá esas pajas» hasta que un día se miraron de frente y, en ese choque, no les quedó