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Mostrando entradas de octubre, 2019

PESIMISTAS

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El vaso siempre medio vacío era rellenado una y mil veces, pero, a medida que se le añadía el líquido mágico este se evaporaba en el aire sin dejar rastro. No había fórmula que no hubiera probado, todas con el mismo resultado de fracaso absoluto. —La jarra está rajada, y cuando creo en su contenido intacto, la realidad es de total ausencia. —Pensó. Compró una docena de jarras. Compró el agua más cara que había en el mercado. Con el nuevo arsenal se dispuso a rellenar el vaso. El nivel permanecía intacto. Olvidó por un momento el vaso, el líquido y, de su estado gaseoso también se olvidó. Tras los cristales, una nube en el ojo derecho distorsionaba los objetos a su alrededor. Tomó sus gafas, las miró al trasluz. Tenían una mancha negra en el centro parecida a la que deja un rastro de ceniza. Gamuza en mano, frotó y frotó y frotó hasta hacerlas brillar. En la cocina, jarra en mano, rellenó el vaso hasta conseguir rebasar el borde por el que se derramaba el raudal que en

DIVERGENCIAS

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El ruido de las cortinas que su «tata» descorría con un sutil movimiento cada mañana, acabó por despertarla de la pesadilla en la que llevaba atrapada toda la noche. —Señorita, su mamá la espera en el comedor, debe darse prisa si quiere evitar su enfado. —No, no voy a levantarme, hoy, no. En el comedor, la madre repiquetea una campanilla de plata. Dependiendo del movimiento que se aplique a la misma, el sonido puede ser, de prudente llamada o de apremio inmediato. La tata se encamina ligera hacia el comedor donde se topa con el careto de la señora que, por su expresión, no presagia nada bueno. —¿La señorita está dispuesta? —Sí, señora. Bajará en un momento. —Mintió la tata para esquivar el escopetazo. Diez minutos después, Ada, no había dado señales ni de vida, ni de muerte. La señora de la casa agarró la campanilla como si al apretarla quisiera más que hacerla sonar, propinar su desintegración. Cuando la sirvienta apareció atemorizada delante de sus ojos, la orden

MIEDO

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Miedo, miedo, miedo. La fuerza de los malvados consiste en saber aprovechar el miedo de sus víctimas. Nada en esa nebulosa hacía presagiar el mal endémico que contenía. El disfraz de hada la protegía a la vista de quién no quiere mirar más allá del hábito. Los ojos habituados a otear entre tinieblas se percataban con un simple vistazo de lo que escondía aquella máscara. El emporio que había fundado tenía todos los ingredientes de un sistema feudal, donde los esclavos «rebeldes» eran castigados sin piedad. Sin descanso. Ni un respiro. En sus mazmorras, un arsenal de cadenas aguardaba el turno para ser distribuido a merced de sus antojos, siempre bien custodiado por un feroz leviatán. Reina de los nueve círculos de Dante, con su látigo invisible castigaba todo lo bueno que aparecía a su paso. En la interminable noche un ruido de cadenas puso en alerta al guardián de Lucifer y los círculos comenzaron a cerrarse, cada vez más pequeños…hasta quedar reducidos a un microscópico p

LA SEÑORA DE LIMA

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La noche en el desierto. Era todo lo que pudo recordar después de cruzar el Atlas hacia el Océano. Pensativa, nefelibata, perdida… El mar tranquilo le recibe con sus olas de aplausos, solo el sol arremete contra todo intento de alcanzar sosiego. Ha cruzado el paraíso de mugre y belleza, de riqueza y mansedumbre. Ahora descubre cuál es su sitio. Paraíso perdido entre arena y más arena, remanso. ¡Mamá! —gritó en vano; no es que no escuche, es que no quiere escuchar. De camino a la cocina donde la madre prepara la cena piensa en cómo puede hacer su petición sin incomodarla. Hace tiempo que cualquier comentario, ruego o simple apunte sobre cuestión baladí la pone de garras y, lo que en esos momentos se encuentre en sus manos, o a su alcance, acaba estrellado contra el suelo. Cautelosa, se acerca. —¿Mamá? ¿Puedo pedirte algo? La madre a lo suyo. Ni pestañea. —¿Mamá? ¿Puedes ayudarme a escribir una carta? —se lanza ya sin paracaídas temiendo como siempre lo peor. Contra todo