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Mostrando entradas de febrero, 2020

LA ESCALERA

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Los pasos en la escalera ponen a funcionar todo su ser. En su interior, grabados, pasos antiguos, como en la memoria de un ordenador imposible de resetear, traen hacia ella el desasosiego de un pretérito convertido en presente cada vez que cruje un escalón en esa escalera de madera y penitencia. Sube a duras penas entre olores cutres de cocinas pobres, delatadoras del vivir de esa mal llamada «clase media», que con la más insidiosa inquina y una voluntad férrea adorna la vida de toda una comunidad. A menudo piensa que habría sido de vivir en otro lugar, en otra casa, habitar otra vida…los hilos que manejan su existencia se rompieron en la tormenta del miedo a no saber gestionar sus gustos, sus deseos, a desear en silencio o peor: a no desear. Lleva años lamentándose por ello, sin hacer nada, sin mover un dedo, tratando de acallar su lluvia interior con la insistencia de una vida anodina. Cuando vio por vez primera aquella escalera sus vísceras saltaron a la comba. «Ni loca me me

NI BURRA, NI BUCHE, NI LECHE

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  «El cuento de la lechera». —Me compraré un vestido. Venderé los huevos, la leche y las lechugas; a poco que me den, compraré el vestido de gasa verde que espera por mí en la ciudad. «El cuento de la lechera». Una piedra en el camino y la leche sembró de blanco el musgo, regó las lechugas a las que cambió el color, los huevos configuraban un cuadro amarillo brillante y sus lágrimas abonaron el campo de las ilusiones rotas. Iba cada domingo con su cesta al costado, su pañuelo de lunares, sus zapatillas de esparto, por caminos que enlazaban pueblo con pueblo. —¡Huevos! ¡Lechugas frescas! ¡Leche recién ordeñada! —gritaba por las esquinas. Ahorraba hasta el último céntimo de las ventas. Guardaba las monedas en una lata que habitaba el recoveco secreto, escondida y a buen recaudo de quién osara curiosear.  Sus gallinas, su vaca, su huerto, no daban para mucho, pero, ella era una hormiguita que sabía cómo ahuchar y vivir con lo imprescindible. Los sueños son eso: sueños. Lue

LOS SILENCIOS DE PÍO

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La casa azul con jardín japonés, mayordomo uniformado y doncellas encofiadas; rodeada de calles impolutas y céspedes verdes como la vergüenza. Todo ubicado como en una película de amor y lujo para una vida en la que no cabía ni lo primero, ni a veces, lo segundo. Berta sentía una molestia sin tregua de origen desconocido o ignorado a voluntad. Cada mañana desayunaba junto a Pío. Pío, hacía honor a su nombre. —«Yo, ni pío». No fuera a ser que las palabras le atragantaran la renegrida tostada y la magdalena más dura que sus pensamientos. De camino al trabajo, en el habitáculo lujoso de cuatro ruedas: silencio. La tortura diaria iba dejando un poso al que ninguno conseguía dar salida. El universo que a veces se equivoca —mucho— juntando seres de distintos planetas que poco o nada tienen en común, desemboca en tragedias dormidas que van minando la esencia de seres con la pretensión de otras vidas. Berta no duerme desde hace meses. Pío, calla ojiplático hasta el pitido zumbón d

VIAJES ASTRALES

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La noche inmensa, la espera larga. Largos pasillos circulares en un aeropuerto de tercera. De repente, un fulgor, dos truenos y tres rayos, y el movimiento ondulante de unas caderas acompasando la tormenta que se avecinaba. Eran las tres de la madrugada, llevaba siete horas pegado al asiento de plástico en el hall gris y frío de aquel enclave estepario. Un «frú-frú» se acercó por su flanco derecho, fue como una revelación. —«El amor o se presenta así, o mejor, dejarlo pasar».  No era su figura, no era su cara, no eran sus piernas perfectas y largas, era el halo que despedía todo su ser…con los auriculares puestos, parecía la esencia de otro planeta. Un pitido seguido de una voz chillona anunciaba que el vuelo al fin, por fin, estaba listo; la tormenta amainaba, hubo un murmullo de comentarios admonitorios de sorpresa, de ruido de maletas, de sonrisas agazapadas tras rostros de miedo. Pasado el control, subida la escalera, y alcanzado su asiento en el pájaro, a su lado y pa

CUENTOS PARA DESCREÍDOS

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No encuentro una floristería abierta a estas horas ni aunque me encomiende al « s anto santoral sanctórum». Una vez más se olvidó del calendario, habida cuenta de que estaba tan repleto de festejos y onomásticas que, no conseguía   ver un día libre ni por asomo. La vida es aquello que va dando saltos de celebración en celebración. No queda tiempo para más. Haced la prueba del calendario y podréis comprobarlo. Todos los meses con sus círculos rojos. En plena celebración de lo que sea, se está gestando la próxima; no hay descanso para los guerreros antiboato. ¡Una luz en la esquina! ¡Qué sea una floristería!, ¡Qué sea una floristería!… Miedo, un profundo miedo de no estar a la altura de una sociedad pacata, remilgada y entontecida por miles de luces, que con sus destellos, han hecho desaparecer el brillo de las ideas. Enarbolando un gran ramo como bandera tocó el timbre. Silencio. Volvió a timbrar: silencio. En la tercera llamada se escucha un taconeo acercándose a la puert

OLVIDO

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Olvido, lo olvidaba todo. Recorría la casa una y mil veces buscando objetos que cargaba sobre su osamenta. Olvido, lo olvidaba todo. A fuerza de olvidar, Olvido, olvidó el lugar que habitaba; incapaz de encontrar la puerta de salida optó por no dar ni una vuelta más. Olvido, olvidó la calle. Olvido, olvidó el mundo. Olvido se sentó tras la ventana para no ver la vida pasar. Sin recuerdos, no hay hilo con el que remendar el espacio vacío que deja el rastro que un día fue camino y hoy solo es olvido. Olvido, olvidó todo. —«¿Dónde está mi muñeca?». —Fue una débil ráfaga que cruzó y desapareció como un suspiro. En el desván un baúl cubierto de tela de araña y siglos de olvido, guardián de reliquias que adornaron una vida ahora olvidada. Olvido, había olvidado el baúl, el desván, las historias encerradas entre aquella caja de madera y latón. «¿Dónde está mi muñeca?» . —De nuevo la ráfaga, esfumándose. Unos ojos azules observaban el fluir de los ¿pensamientos? de Ol

LAS SINRAZONES DEL CORAZÓN

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                                                                                Cuando Ed le pidió matrimonio, su corazón palpitó como una patata frita, no por la emoción que pudiera ir contenida en tal petición, sino por el estado de pánico que provocaba en ella semejante solicitud. Era el último deseo que ella podría anhelar. —«El corazón tiene razones que la razón ignora» … La diferencia entre ser amado o ser admirado. A menudo se confunden estos dos estados —una vez más aparece el binomio corazón-cabeza— trastocando al ser que va de una condición a otra en clara deriva. Ed, se presentó con el regalo envuelto en papel de seda y lazo verde esperanza. Ella, lo abrió sin emoción alguna, hasta que el objeto impactó contra su pupila. ¡Una biblia!  No entendía los motivos ni el mensaje subliminal de aquella elección, pero, a todas luces el regalo aparte de decepcionante, no cuadraba, no se avenía en absoluto con su esencia. Definitivamente esto fue el detonante que ayudó a tom

CON PLUMAS

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Cuando despertó aquella mañana a su loro lo habían nombrado subsecretario de asuntos exteriores. No sabía muy bien como encajar aquello. La envidia corroía hasta el último rincón de sus entrañas. En su cabeza cruzó como un destello la idea del suicidio. Fue algo fugaz que despareció como había llegado. Comenzó a toser; primero una tosecilla leve que, poco a poco, se convirtió en tos perruna. Temblores, sudores y un acompasar de escalofríos removieron toda su estructura. —Es la envidia. Seguro. Mala compañera. Pero, ¿acaso debo alegrarme por el nombramiento de este…de este…? Le agarró una tiritera que a duras penas permitía dar un paso para llegar a cobijarse en su maloliente colchón…En estado tan lamentable creyó oír al loro. —¡Te jodes! Nunca podrás alcanzarme, en ningún estadio de tu miserable vida… —Estoy alucinando. Es la fiebre…aquí no hay nadie…el loro se ha marchado a tomar posesión de su cargo… Había escuchado bien. No era una alucinación producto del batallón