OLVIDO


Olvido, lo olvidaba todo. Recorría la casa una y mil veces buscando objetos que cargaba sobre su osamenta.

Olvido, lo olvidaba todo.

A fuerza de olvidar, Olvido, olvidó el lugar que habitaba; incapaz de encontrar la puerta de salida optó por no dar ni una vuelta más.

Olvido, olvidó la calle.

Olvido, olvidó el mundo.

Olvido se sentó tras la ventana para no ver la vida pasar. Sin recuerdos, no hay hilo con el que remendar el espacio vacío que deja el rastro que un día fue camino y hoy solo es olvido.

Olvido, olvidó todo.

—«¿Dónde está mi muñeca?». —Fue una débil ráfaga que cruzó y desapareció como un suspiro.

En el desván un baúl cubierto de tela de araña y siglos de olvido, guardián de reliquias que adornaron una vida ahora olvidada.

Olvido, había olvidado el baúl, el desván, las historias encerradas entre aquella caja de madera y latón.

«¿Dónde está mi muñeca?». —De nuevo la ráfaga, esfumándose.

Unos ojos azules observaban el fluir de los ¿pensamientos? de Olvido convertidos en palabras.

—«Tengo una muñeca vestida de azul…» 

¿Era el rumor de la calle? ¿Era su frágil y desgastada cabeza la que entonó esta canción?

Temía levantarse. Miedo a ponerse en pie.

Olvido, olvidó la forma de izarse, olvidó que andar requería del esfuerzo de sus dos pies.








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