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Mostrando entradas de febrero, 2021

NUDOS

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Nudos de garganta. Nudos de estómago. Nudos en las piernas, los brazos, la sien… Nudos marineros, nudos terrestres…nudos; implacables…nudos… Nudos corredizos, escurridizos, resbaladizos…nudos… Nudos amarrantes…nudos; cual amante maldito que amenaza el miedo, amarrándolo a cada víscera. Nudos…nudos en el pelo, nudos en la mano imposibilitando el dar... Nudos en la palma que no dejan recibir el consuelo de un contacto… Nudos…nudos consistentes, inconsistentes, moldeables, infinitos… que un día ataron el corazón a una tierra desierta de manos ayudantes…   Nudos que en las noches ligan a la tiniebla…nudos que no se deshacen al alba…nudos… Nudos atados de luna que, el sol intenta deshacer…nudos… Nudos que en la noche fría … esperan un prometedor abril…nudos...   Nudos como verdugos, implacables nudos… Nudos que atan…nudos que desatan tormentas de ociosidad. Nudos que un día unieron imposibles con cola de pez… Nudos que atenazan, que estrangulan el alma… Nudos

DEL QUIERO Y NO PUEDO: VOLVER A LA NIÑEZ

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Quería no pensar más en ello. Quería eliminar todos los espejos del mundo, alcahuetes, implacables, que no le daban un minuto de paz, recordándole a cada paso, a través de cada uno de los surcos que se habían adueñado de su caduco cuerpo, que el tiempo es el peor de los verdugos, no perdona ni canjea renovación por autoconfinamiento. De nada sirven los milagrosos potingues hallados a través de las más bretonianas búsquedas… —¡Mili! ¡Levántate!, vas a llegar tarde a la escuela. —La abuela se acerca a la cama de Mili y tira del embozo con mimo. —¿Abuela? «Estoy soñando, claro, es eso, un sueño o una entelequia». —¡Mili!, ¡Qué no llegas! —De nuevo resuena la voz abuelil. Mili se revuelve, tira de las sábanas, esconde la cabeza, cree estar soñando y, a la vez, tiene la casi certeza de que no fantasea, que está en perfecta vigilia. Con el miedo agarrado al cuello se lanza fuera de la cama ahuyentando al delatador espejo, agazapado junto a la cómoda. De camino a la cocina la desa

REUNIONES FAMILIARES

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Aquel núcleo familiar, inhabitual, raro por lo poco común con el resto de lo conocido, en un entorno regido por las normas concernientes al grupo adaptativo que conformaba un panorama, cuando menos, «borreguil», aunque aquí los adjetivos se amontonan, pero no conviene abusar. Aun así, compartían algunas reglas que, no por carecer de inscripción en los manuales de la buena conducta, carecían de prescripción en la práctica. Las reglas familiares impuestas a través de generaciones eran claves: —«Aquí se cena a las nueve en punto. Todo miembro ausente cuando el reloj dé la campanada que va de la octava a la novena, ha de saber que se enfrenta al ayuno que habrá de durar no menos de doce horas”. Esta y otras trescientas noventa y ocho reglas más quedaban recogidas en un tocho encuadernado en piel de cordero que descansaba acumulando el polvo de tres siglos, sobre el aparador. Ese fue el motor de arranque para que él se saltara a la torera esa y algunas más de las «prohibiciones» de

SUEÑOS DE UNA NOCHE INCIERTA

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Amapola, amaneció amortiguada, amansada por la apnea que cual araña levantaba un arenal a lo ancho de su cama antes del alba. Estaba entumecida entre el espesor de la estancia; en medio de esa incómoda, incolora, infecta e insalubre estadía; ideando como olisquear el olivo otrora omnipresente en la ojiva ovalada que conformaba un ojal ungido por la utópica ubre de un único unicornio. —Pero ¿Qué coños he soñado yo? ¿Qué estoy haciendo aquí vestida de lagarterana? Los senderos nocturnos son inexpugnables, incontrastables, indisputables y a todas luces indiscernibles…

LLUVIA DE RANAS

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Se subió los calcetines que como siempre llevaba a ras de tobillo, preguntándose el porqué de ese inconveniente y otros tantos aplicados a aquella tonta prenda que no sabía mantenerse quieta en el lugar que le correspondía…eso, o que quizá sus revolucionarias piernas no admitían servidumbre alguna y buscaban la libertad a toda costa; vagabundeando siempre como andaba a la vera del río, entre matorrales, buscando ranas o lo que surgiera al paso… Le llevaba a Joaquín el dueño de la taberna un fardel con la caza del día. Según el humor del cantinero la recompensa daba para comer un par de días o tres. Al llegar a casa y entregar los maravedíes a su madre, a esta, le salía por los ojos un hálito de purita vida…y, es que, el hambre apaga las ganas y las pupilas… Cuando las ranas escaseaban, a la par disminuía el condumio casero y la madre de Lito le ponía una lamparilla a la virgen de los remedios para que lloviera y las de los mocos verdes, salieran a cantar por la vereda, mansas, deja

INDIGENTES INTELECTUALES: LA SIEMBRA

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El tío Elpidio era un amante del campo y sus consecuencias. Una tarde como tantas otras de las que pasaba en su erial, encorvado sobre la última de sus plantaciones, se «planta» detrás de él —valga la redundancia— un tipo con cara de urbanita, —esto se sabe sobre todo por el color de su tez cetrina, a la que poco o nada da el sol y termina por ictericiarse—. —¡Hola amigo! —Saluda casi gritando. —Pues mire usted, no es por molestar, pero, para que seamos amigos, como mínimo tendríamos que conocernos, y, yo a usted no le he visto en mi vida. —Perdone buen hombre era una forma de hablar… —Y ¿Cómo sabe usted si soy buen hombre o mala persona? mire tire «p’alante» y cada uno con lo suyo… —«Qué tío más cansino ¡La virgen! Con lo a gusto que yo estaba sembrando indigentes intelectuales, ¡Cagüen tó! ¡Este me habría servido de un abono cojonudo!» Elpidio sigue a lo suyo, mientras, va desgranando mentalmente frases filosóficas de esas que no están recogidas en los libros, pero que