NO ES MÚSICA TODO LO QUE RELUCE
Estaba justo enfrente del lado opuesto a la salida cuando las
puertas se abrieron y, el hasta entonces vagón poblado de robóticas figuras
silenciosas, absortas en los infernales destellos de sus pantallas, se abrió
paso la música de una pequeña banda local que, inusualmente visitaba la ciudad
con el fin de animar a su equipo deportivo enfrentado hoy a un claro y superior
rival.
No entiendo nada de himnos y banderas, mi analfabetismo
deslustrado en estas materias no me permitía ubicar al grupo, pero ¿Qué
importancia podía tener eso?
Mis posaderas tomaron sin permiso posesión de mi esqueleto y
comenzaron a balancearse a su antojo, dicho queda que, de forma totalmente
automática, y, como quiera que sea que aquel gaznápiro integrante de la banda
debió tomar la cadencia de mi grupa como signo de provocación, posó su mano
sobre mi anca mientras aplicaba un refriego de forma circular como si quisiera
sacarles brillo.
Al igual que mis caderas se habían movido como un acto reflejo,
mi mano en solidaridad hermanándose con ellas lanzó al intruso tocante tal
bofetón que, como si de un muelle se hubiera tratado, mandó al mangoneador al
otro lado del vagón.
Fue de tal calibre la bofetada que la música enmudeció y mientras
por la nariz del causante asomaba un hilillo de sangre, el resto del personal
que poblaba el tren estalló en un espontaneo aplauso.
El silbido de entrada a la próxima estación ahuyentó a la banda
que puso pies en polvorosa temiendo supongo la reacción de más tortas en
cadena. ¡Ah! Y ese día yo pude haber encontrado el amor de mi vida si no
tuviera la plena seguridad de que «tal»
no llegaría a nacer.
Lo que viene a demostrar una vez más en mí es que estoy más por lo
mástico que por lo místico.
¡Qué bien sientan los aplausos!
«LO MÁSTICO DE LO MÍSTICO QUEDA SEPARADO POR UN ABISMO».
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Soy toda "oídos". Compartir es vivir.