TACONES RESONANDO —II—
Lo vio pasar cómo pasan los sueños que no dejan rastro, y, a diferencia de ellos, la imagen quedó grabada a fuego en lo más profundo de su alma. Nunca como en ese instante sintió la «no pertenencia». Jamás compartieron espacio. El suyo era atemporal, infinito. Perfecta comunión de dos almas que se saben gemelas; ni el tiempo con su velo de olvido puede matar. Por esa pasarela infinita que son los sueños, sueños que no encuentran salida. Camina envuelta en velos que transparentan la vida que no encuentra salida a fuerza de ser acallada, amordazada. Que grita, que quiere clamar, que se desangra entre mil noches oscuras, en las que el alma vaga buscando moradas blancas. «Baila conmigo le grita a la luna». Luna preñada de sueños desterrados, que otros soñaron, sueños de otras galaxias. Esos besos del alma que son el entrelazar de dos manos; manos besadoras, manos curadoras, manos amantes, manos que hablan. La luna entonó su blues; blues estrellado de un firmamento que se adivi