TACONES RESONANDO —II—

Lo vio pasar cómo pasan los sueños que no dejan rastro, y, a diferencia de ellos, la imagen quedó grabada a fuego en lo más profundo de su alma. Nunca como en ese instante sintió la «no pertenencia».

Jamás compartieron espacio. El suyo era atemporal, infinito. Perfecta comunión de dos almas que se saben gemelas; ni el tiempo con su velo de olvido puede matar.

Por esa pasarela infinita que son los sueños, sueños que no encuentran salida. Camina envuelta en velos que transparentan la vida que no encuentra salida a fuerza de ser acallada, amordazada. Que grita, que quiere clamar, que se desangra entre mil noches oscuras, en las que el alma vaga buscando moradas blancas.

«Baila conmigo le grita a la luna».  Luna preñada de sueños desterrados, que otros soñaron, sueños de otras galaxias. Esos besos del alma que son el entrelazar de dos manos; manos besadoras, manos curadoras, manos amantes, manos que hablan.

La luna entonó su blues; blues estrellado de un firmamento que se adivina errante…cómo ella, ¡aventurero! Ebria de sueños, muriendo en realidades no elegidas.

«Dame tú mano, no me sueltes», —suplicó ella—, al tiempo que se desprendía de la mano tendida, deslizándose por un tobogán de estrellas cuyo fulgor engañoso volvió a cegarla.

De nuevo el brillo mentiroso la confundió, la mantuvo distraída de la luz verdadera, ésa que no necesita artificios para lucir exultante…y volvió…

De nuevo en el «TACONES DE HIELO» …la mirada fija en aquel rincón del que emanan todas las energías, ensueños, sinergias, aromas, ensoñaciones.

De nuevo en él, de nuevo... ¡una vez más!

El sueño perseguido, el sueño inconsciente, ¡no me despiertes, no quiero despertar nunca, nunca, nunca!

Otra vez, una vez más, la soledad infinita, ideales rotos, herida de indiferencia.

En el rincón, el poso mágico que había dejado la presencia oculta de un sentir, esa tragedia de los sueños rotos, renacía al son de un blues repetitivo, punzante y silencioso, agudo, cual alfiler trepanador hasta lo más profundo. Siguió impávida sumida en esa dulce niebla fabricada a la medida de expectativas incumplidas…

«Dime porqué, para qué…dime quizá…dime que será, que seremos todo aquello que no queremos ser» …

Sus ojos no dejaban lugar para la duda, encerraban un cielo cargado de promesas, todo por escribir, por pasar, por imaginar…entre la distancia que mediaba entre ellos cabía todo un mundo de posibilidades.

La vida transcurre a ritmos disonantes, asonantes, discontinuos…en ocasiones, armoniosos en otras…elegimos pareja de baile, danza de máscaras en el que, el disfraz dirige y pone la nota que ha de marcar los pasos. Cuándo el bailarín falla o equivoca uno de los rastros, poniendo de manifiesto su impericia en el danzar… inventa un minué lento, pausado, acariciador…se desliza por la pista de baile mostrando su mejor estilo. Perpetuándose en la cadencia de un vals, en la infinidad de una pista de hielo.

Llueve...detrás de los cristales…llueve... mientras, en ésta margarita sin hojas se deshojaron las oportunidades…

Elegiste al menos bueno…de esos que dicen te quiero cuándo perciben un estado de buena voluntad.

Sensación de pérdida sobre lo que no tenía pertenencia alguna, de un tiempo que, en pretérito, ha dejado de ser ilusión de eternidad.

Erguida en sus TACONES, buscó subterfugio a los sueños sin final. Empecinada aventurera, no sabía o no podía vivir de otra manera…sus ojos delatores esta vez ocultaban lo que jamás saldría de ese custodiado interior.

De nuevo en el TACONES, siempre el regreso. Lágrimas secas que ríen hacía adentro, como un grito ahogado que muere en su nacimiento.

Dirigió su última mirada al espejo…consiguió engañarlo con una sonrisa espléndida.

 

 

 «Cómo si se pudiese elegir en el amor, como sí no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio».

 «Rayuela»  —Cortázar—