SUEÑOS DE UNA NOCHE INCIERTA

Amapola, amaneció amortiguada, amansada por la apnea que cual araña levantaba un arenal a lo ancho de su cama antes del alba.

Estaba entumecida entre el espesor de la estancia; en medio de esa incómoda, incolora, infecta e insalubre estadía; ideando como olisquear el olivo otrora omnipresente en la ojiva ovalada que conformaba un ojal ungido por la utópica ubre de un único unicornio.

—Pero ¿Qué coños he soñado yo? ¿Qué estoy haciendo aquí vestida de lagarterana?





Los senderos nocturnos son inexpugnables, incontrastables, indisputables y a todas luces indiscernibles…

















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