CRÓNICA DE UNA BODA ANUNCIADA
Nada más recibir la invitación me puse a rebuscar entre toda la basura de siglos, acumulada en el desván de los despropósitos una pamela que había visto en fotos del álbum familiar a una de mis bisabuelas —igual estaría repleta de polillas en el mejor de los casos, o roída por los ratones, en el peor de los pronósticos—, y, no es que me gustara a mí la asistencia a tales eventos que terminaban por producirme una suerte de eritema asemejándome a un guiri achicharraó por el sol mediterráneo, por el cual, el extranjero, tendría mejor aspecto que una servidora…pero, es que miren ustedes, amigos, ¡Esta no me la podía perder! y no podía porqué para mí el experimento resultaba de lo más excitante, quería ver de primera mano —de primer ojo— como era posible que dos seres de planetas distintos —amén de lo dificultoso de descubrirse— hubieran podido llegar al nivel de querer unir ¿Sus vidas? ¡Ay! ¡Los caminos del amor son inescrutables!
Eso, y, que yo, había
escuchado por ahí el mantra: «De una boda
sale otra boda» ¡Coño! —pensé— ¿Y si de esta «engancho»? Total, que encontré la pamela bisabuelesca, me compré un modelito asequible, aunque llamativo,
unos tacones que serían la perdición de mi esqueleto y de mi vida futura; para
mi costumbre de ir siempre vestida como una indigente. Me encaminé a una dudosa
ceremonia de la que nadie imaginaba como podría acabar…en esa ilusión
bobalicona de encontrar costilla, comencé a ponerle ojitos al «oficiante» que más que del cuerpo
eclesiástico, parecía escapado del cuerpo de bomberos ¡Qué cuerpo! Yo, como
decía, le ponía ojitos al disfrazado de señora, pero no parecía tener intención
alguna de devolver la señal, o yo no le interesaba lo más mínimo, cosa que conociéndome
no tiene nada de particular, o él estaba interesado en otro ente, cuerpo,
entidad, elemento, objeto… ¡Los designios de su jefe son incomprensibles!
Y como no hubo manera, y como
el personal invitado del club de los «ojeadores»
le estaba dando a la cazalla que era un gusto, y, ya no se sabía si iban o
venían, me aparté de la algarabía para ir a tropezar detrás del caserón donde
la concurrencia celebraba el claudicamiento de dos seres a todas luces
incompatibles; cómo iba diciendo, me di de sopetón con un montón de basura
infusa, infame, infumable, innecesaria por demás.
Tiré mi pamela a un lado. Me
arremangué las gasas y los tules, arrojé junto a la pamela mis tacones
imposibles, y, en menos que se persigna un cura loco…recogí toda aquella mierda,
llamé a mi amigo Lolo, recolector para más señas de desperdicios inhumanos que,
llegó como un rayo, y cual centella, en cuestión de segundos dejó aquello como
la patena.
Ya ni sé el final del fiestón…
desconozco si el novio huyó…si la novia arrepentida en el último momento se
fugó con el de la sotana…solo sé que llegué a mi casa, subí al desván, coloqué
la pamela en la caja que había sido su cama durante más de un siglo, y me fui a
la piltra…
Cuando desperté, no supe si
todo había sido un sueño o las ganas de ver a Mr. Monster matrimoniándose, o a Dalita
huyendo de un futuro oscuro cual tormenta irlandesa…en fin…mi sueño de ser una
señorita con pamela y canesú otra vez se fue a la mierda…
Los abogados matrimonialistas sienten profundo agradecimiento por las bodas entre incompatibles.
ResponderEliminarY el sector hotelero también: a más divorcios, más nuevos parroquianos...
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