DUELO

Nació con un dedo de menos en su mano izquierda, motivo por el cual le encasquetaron para los restos el apodo de «el manco». Manco, no era, ni literal ni metafóricamente cuando se usa el adjetivo queriendo designar carencia de pericia para cualquier asunto de la vida.

Su maestro don Leonardo nada más verlo se percató de la valía Blas y desde ese mismo momento, sintió un verdadero afecto por el muchacho. Siempre que se presentaba la ocasión, don Leo, aprovechaba para poner de escaparate el mérito de su discípulo. El proceder de don Leo que en principio habría tenido que ser, además de buen acto tratando de aumentar la autoestima del muchacho, logró un efecto devastador en el resto de pupilos que agarraron una tirria monumental contra Blas al que ya no podían tener sino envidia, ese pequeño «defectillo» divulgador de tantas guerras mundiales.




Una tarde a la salida del colegio, a Blas, le esperaba un grupo comandado por Robertín, el líder del pelotón de odiadores recalcitrantes. Formaron un muro horizontal con el que cortar el paso a Blas, y, éste, no tuvo otra alternativa que frenar en seco ante aquellos guerreros de cabaret.

Blas sabía que contaba con armas desconocidas a la par que poderosas para sus contrarios: las letras y la palabra. Eran su única defensa.

—A ver listillo de tres al cuarto. Te reto a un duelo detrás del polideportivo mañana a la salida de clase. —Lanzó con su voz de pito Robertín.

—Yo no peleo. No tengo porqué. Si quieres un duelo este ha de ser a través de la escritura. En otro lugar no vas a encontrarme.

Todos se echaron a reír burlándose con mil y un adjetivos de Blas. Qué si eres un papanatas, qué si eres un sabelotodo, qué si te crees superior…qué…

Robertín se acerca peligrosamente a él y en susurro para que los demás no sean testigos le dice que acepta, bajo la condición de que nadie se entere, para que después él pueda manejar el asunto a conveniencia.

Blas está de acuerdo en que así sea, con una premisa: el tema lo propondrá él.

—He aquí mi propuesta: Una redacción de al menos un folio que comience con la frase: «Mi capacidad de asombro es…»

Robertín intenta simular un gesto de interés que ni de lejos le asiste. Acepta de mala gana y quedan para el día siguiente a la hora y lugar convenidos.

De lo ocurrido tras los muros del polideportivo donde se encontraron Robertín y Blas no hay noticias. Tras los hechos todo son conjeturas, y, con toda probabilidad, historias manipuladas.

Cuando los camilleros recogieron el cuerpo de Blas, encontraron sobre él un folio ensangrentado del que solo podía leerse el final… «Mi capacidad de asombro es directamente proporcional a la maldad que me circunda…y…»

Los bata-blancas no entendieron nada. Todo era confuso y por el momento se carecía de datos que aclararan el suceso.

Solo don Leo albergaba la sospecha de cual podría haber sido el motivo, la causa, o como se había desarrollado el incidente de resultado mortal.

Años después cuando una carpeta rellena de polvo y olvido duerme el sueño de lo irresoluble en la estantería de un archivo policial, don Leo, es el único que recuerda lo acontecido, que recuerda a Blas, ese alumno preeminente, cuando sentado en el sillón de su casa frente a una televisión mentirosa, aparece la imagen de Robertín, rodeado por el grupo que le aplaude como si de su dios se tratara y, en su cabeza resuena la frase que tantas veces la había soltado en un pasado tan lejano que parecía no haber existido:

«No te preocupes Robertín, llegarás a ser un político de primera línea. Para tal cargo hace falta una gran carga de virtuosismo mastuercil, y tú, vas sobraó».

No hay peor reto para un mastuerzo ignorante que el de batirse en duelo con el dios *Thoth.

 

*Según la mitología egipcia, Thoth es el dios de muchas áreas diferentes: la sabiduría, la luna, las artes, la escritura, las matemáticas, la ciencia y el arbitraje. También se cree que es el escriba oficial de los dioses.


















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