HE HECHO TRAMPA CON LAS PASTILLAS


 

Upropia había recelado durante toda su vida del gremio medicalense. 

No se fiaba; no lo hacía por desconfianza, era su olfato el previsor, el inductor a enfrentarla a aquellos «botoncitos» de colores, de gusto raro y de aún más raro si cabe, su dudosa efectividad, por no hablar de los efectos no deseados, provocados en cada célula corporal con nulos resultados efectivos, por más que proclamara sobre ellos mil bendiciones el clan de atuendo pijamil.

Con cada dato obtenido tras la lectura impresa en los respectivos envases de anodinos colores, Upropia, elaboraba un riguroso informe interior por supuesto no compartido ni con su almohada.

Fuera de toda desconfianza, habiendo pasado de ella, vino a toparse con la certeza de lo acumulado en su cabeza desde hacía lustros: «esto no solo no me curará, sino todo lo contrario». —Se dijo; tenía por costumbre hablar para sí.

En las siguientes semanas dedicó por entero sus horas en la elaboración de plan, tesis, ruta…o cualquier otro sinónimo aplicable, hasta tropezar de bruces con lo que en principio pudiera ser o acercarse a una solución: hacer trampa con el pastillero.

Cambió el minúsculo «botoncito» rojo por el ladrillazo verde intragable. La caja de contenido azul fue pulverizada de un martillazo y, su contenido, arrojado al comedero del canario que, a partir de ese momentazo comenzó a cantar del revés para asombro de toda la comunidad incapaz de dar explicación coherente al hecho de aquel absurdo cántico.

Hechos todos los cambios previstos en su plan, Upropia encamina el esqueleto a la siguiente entrevista con el del pijama blanco de gafas estratosféricas que, ponen con manifiesto aumento su bizquedad, a la vez que le infieren una mirada de besugo.

Upropia contesta cada pregunta con la proyectada respuesta, repasada mil veces en su interior. El galeno en su ego recalcitrante tomaba aquel relato como el acertado resultado de su proceder, atribuyéndose el éxito de la trasformación de Upropia como una victoria que distaba mucho de pertenecerle, pero claro, esto él ni lo sabía ni lo sabrá jamás.

A Upropia no le importa que él se pavonee, lo importante para ella es seguir a rajatabla con el plan trazado.

Terminada la consulta, el de la indumentaria impoluta, muy ufano se reúne con algunos colegas a los que explica el éxito obtenido con la paciente perdida para la ciencia a criterio del clan.

La ciencia no contempla en su código cosas tan sencillas como que el paciente pueda alterar la filosofía de los sabios, dirigidos por cánones lineales, sin ver que a izquierda y derecha hay o está la solución que su ceguera o sus orejeras no les deja vislumbrar.

Y, es que, a veces ocurre que, el orden de factores si altera el producto; vale con cambiar el orden o un valor y la conmutativa pierde su propiedad.


Su madre desde el principio de los tiempos tenía asumido como normal cada uno de los comportamientos de Upropia, por lo que no dio importancia alguna al hecho de su última afición: la de querer viajar a través del cajón de la mesa de la cocina…




 

 

 

Comentarios

  1. Entiendo que tuviera que tomar ciertos medicamentos. Al, menos, esperemos que no se crea que pueda volar.

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