UNA PIEDRA EN EL BAÚL

 



En el baúl heredado de su tío Urbino, el indiano, se hallaban una serie de paraguas mágicos con poderes para parar cualquier regular tormenta correspondiente a la estación del año en que este se hallara. Hasta que un buen día el baúl desapareció y en la huida dejó a Urbino II fuera de la zona protegida de la que fue benefactor hasta ese día maldito y negro de no importa que mes, año...






Quince años atrás cuando Urbino II aún estaba en la escuela, una tarde a la salida de ésta y camino a casa vio pasar una enorme nube negra que abarcaba la porción de cielo que ocupaba aquel espacio y se posaba cual si fuera un techo sobre la superficie del pueblo. El cielo que hacía un rato era de un azul intenso había mudado a un gris más intenso todavía. Todo era silencio, ni un trueno, ni un relámpago, lo que incrementaba su miedo. Le invadió una desazón que evolucionaba a medida que la nube crecía: «¿Y si el sol queda ocultado para siempre? ¿Y si a partir de aquí estamos condenados a vivir bajo esta negrura? ¿Y si jamás vuelve a amanecer?




Una vez vencido el recelo a hacer el más caro de los ridículos compartiendo estos pensamientos con su amigo Urbano, va relatando con los restos que aún el miedo no ha terminado de robar las ideas que la gran nube ha depositado en él.  Urbano lo mira preocupado a la par que va contagiándose del discurso de su amigo, y que al igual que a su compañero lo agarra una inexplicable angustia asentada en las tripas.



Todo esto forma parte de un pasado, la niñez, esa etapa que se denomina feliz haciéndola extensible a todos y cada uno de los niños, obviando la angustia que acompaña en muchos casos la dificultad que entraña una época, una era llena de preguntas que terminan por estrellarse contra el muro sordo y mudo que no ofrece esclarecimiento alguno. Poco generoso se resiste a contestar.

Pasaron años hasta la llegada de su tío el indiano del que heredó el nombre y al que quizá el universo añada alguna dádiva más que contribuya a aliviar toda incertidumbre que pobló la vida de Urbino II hasta ese momento.





*Fotografías: Tommy Ingberg

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