DE PASO POR LA INFINITA NOCHE

 

Lilit acostumbraba a frecuentar los antros más sórdidos de la ciudad, cada noche, cada día del año sin perder ripio, entregada en ese cuerpo sin alma que era el suyo se dejaba llevar por entre nubes de sueños que, para ella, formaban parte de una realidad auténtica. 

Los pies dañados, las medias rotas, el pelo desmadejado, paso a paso, a trompicones consiguió alcanzar la parada del Búho N9.

A lo lejos desde su paranoia creía escuchar el ulular del pájaro metálico mezclado con el batir de unas alas de hojalata. Eran las 24:59 horas de un día tenebroso.

Lilit despertó cinco horas más tarde rodeada por una intensa niebla negra que impedía ver la llegada del Búho N9 sin que pudiera adivinar que estaba parado ante sus narices. El Búho partió batiendo alas. Lilit permaneció en la parada esperando a ese insolente pajarraco que no se dignó aparecer. Días después cuentan sus vecinos que la vieron presentarse hecha una calamidad con su ropa completamente destrozada, sin zapatos, los pies ensangrentados y la cabeza ida del todo.

—Lilit, ¿Qué te ha pasado? —Pregunta un vecino.

—UhUhUhUhUhUh… —Ulular fue su única respuesta.

El cielo gris plomizo de la mañana no auguraba un buen día. En la tarde se cruzaron carros de truenos iluminados por entre la luz que proyectaban relámpagos aterradores como si quisieran con ello romper el techo de la tierra. En la parada del búho, ella esperaba ahora el N23. Se hacía de rogar el bus y, ella temblando de frío, refugiada tras su bufanda, miraba el reloj cada dos segundos, impaciente, enfadada.

En el trayecto rendida por los acontecimientos de un día nada corriente comienzan a hacer presencia unas alucinaciones hipnagógicas que no llegará a descifrar dado el estado de seminconsciencia.

El conductor anuncia: «¡Última parada!».

Abre los ojos, atónita, ahora está segura de estar sufriendo una alucinación…pero, no, el N23 desviado de su itinerario ha cruzado la frontera de lo que hasta ese momento fue su ruta habitual adentrándose en un mundo fantástico, tan fantástico que, ella no quería despertar del sueño, alucinación, lo que quiera que fuera aquello.

Quiso suplicar al conductor que la dejara allí para siempre. Un paso tras otro se dirige hacia la cabina: el receptáculo vacío. Un asiento sin signo alguno que revelara la posibilidad de haber sido ocupado.

Ni rastro alguno del piloto.







Comentarios

Cuentos chinos

VERDEMAR

DESGRACIAS, GRACIAS Y DESVENTURAS DEL PRIMER MUNDO

INVISIBILIZACIONES

LAS GALLINAS NO VISITAN AL PSIQUIATRA

DESHISTORIAS DE LOBOS Y CAPERUCITAS

TRES FLECHAS ROJAS

LA PRESENCIA DE LA SALA 33

ENTRE ESTAR Y NO ESTAR (ANTILIRISMO)

EN UN HOTEL DE LUZ