HISTORIAS DE UN PEZ AHOGADO
¿Los peces beben agua?
Me pregunto si a los peces les gustará beber
agua.
¿Y si a los peces no les gusta
el agua? ¿Y si no pudieron elegir un destino en secano? ¿Acaso pueden dormir
dejando entonces de nadar y, quedando así, a merced del vaivén de las ondas?
¿Y si no pueden dormir por estar
hasta los topes de líquido?
Cuando pienso en la vida de
estos animales me alegro de no haber nacido pez…
El dicho «me siento como pez en el agua» no se aviene con mi pragmática
estructura terrenal. Encuentro en el
término algunas lagunas, ¿Quién puede asegurar que es sinónimo de confort vivir
siempre mojado? Y otro enorme charco casi insalvable: la infinitud de un
océano. ¡Qué miedo y que estrés! nadar, nadar, nadar… sin saber dónde acaba la laguna
—la mental y la literal—…
—Parece que va a llover.
A Fish tanto le daba si llovía o no…lo que él quería era vivir seco,
en un lugar seco, en un lugar donde no se pusiera el sol, y, de esa forma,
abandonar la humedad para siempre, perder las escamas, enfrentar un amanecer,
observar una puesta de sol…
¡Quería ser escritor! A cada palabra escrita le sucedía en inmediatez un acuoso borrado supersónico. Dotado de extrema paciencia, volvía a la carga una y otra vez. Sus hasta entonces amigos los calamares, empezaban a impacientarse:
—Va a terminar con todas nuestras reservas de
tinta. Hay que convencerle de lo absurdo de su afición. –Comentaron a coro.
Fish,
atrapado en la red de la incomprensión, escribía sobre lo emborronado…una y
otra vez… «Quizá un día el sol
atravesaría las ondas iluminando el fondo del mar, y, secaría las páginas
acuosas haciendo brotar de ellas las palabras escondidas, machaconamente
repetidas». —Pensaba.
Se ahogaba en el agua.
Necesitaba salir a respirar. En ese fondo marino no encontraba todo el oxígeno
que necesitaba. Salió a boquear, de tal suerte que, fue a dar de bruces con un
pesquero que descargó su arpón contra él poniendo fin a una efímera carrera de
escritor que, no llegó a prosperar por desconocimiento de que en 1943 Filiberto Vázquez Dávila un ingeniero
mejicano —de Jalisco para más señas—, había inventado la tinta indeleble.
Los sueños quedan incumplidos
en la mayoría de los casos por desconocimiento o ignorancia.
¡Muy bueno! Puestos a ser un animal marino, mejor ser un calamar. Así ya tienes la tinta para escribir.
ResponderEliminarPues yo no me fío ni un pelo de los que van rellenos de tinta...
Eliminar¡Saludos, David!
Yo a los peces solo les envidio la falta de memoria, por esa expresión "tener memoria de pez".
ResponderEliminarDivertido relato. Un abrazo, Consuelo
Yo ni eso les envidio...carezco de eso "don"...
EliminarGracias a ti por tus comentarios, me alegra saber que te resultó divertido. Abrazos de vuelta.