MEMORIA

La memoria es aquello que va perdiendo credibilidad con el paso del tiempo.

¿Recordamos o simplemente reproducimos escenas y acontecimientos que se han ido transformando en el tiempo a medida que los hemos ido trayendo a nuestro hoy?...

¿Recuerdas o simplemente es a través de la evocación que has ido creando historias nuevas?  ¿Realmente esos recuerdos son tales o, por el contrario, los has remodelado tanto hasta convertirlos en historias amoldadas a tus sueños?

¿Qué imágenes guardas de tu infancia? ¿No serán acaso efecto de lo que tus padres han ido recordándote a través de repeticiones sin fin, y por tanto una visión subjetiva?

Reflexionando sobre el tema me he dado cuenta de que la memoria es un tanto selectiva, es como si en un intento de convertir cualquier tiempo pasado en algo sublime, tratase de borrar toda aquella materia gris de la que conviene hacer limpieza.

Por otro lado, es cierto que perseveran en alguna parte de tu cabeza imágenes vívidas que no se han borrado en el transcurso de los años. Ese primer día de colegio agarrada a las faldas de tu madre como si de un salvavidas se tratase.

Compañeros de colegio que nunca más volviste a ver…tardes de invierno en aquella tierra esteparia, saltando por charcos congelados; el frío que se clavaba cual punzón…veranos expuestos a un sol de justicia, de campo, trigales, trilla, viendo pasar las cosechas recogidas y ese olor inconfundible a cereal.

La adolescencia; esa etapa de la vida que te hubiera gustado saltar sin pisar; un torbellino necesario como aprendizaje de lo que vendrá después. —Yo, me la hubiera pasado durmiendo—.

El primer baile, al que tú padre no te permitía ir porqué «no tenías edad» y, en el que estaban todas tus amigas mientras tú imaginabas aventuras que con toda seguridad no se llevaban a cabo.

El primer baile…el primer chico…esa cándida adolescencia en la que todo se magnifica, en la que el conjunto es trágico y bello a la vez.

Son los olores los que despiertan en muchas ocasiones recuerdos olvidados. Un perfume, una comida, el olor a hierba segada…y, todo se va perdiendo en una nube ocre que el viento transporta hacia otros lares para dejarnos respirar un rato de tanto desolvido.

Recuerdos, recuerdos, recuerdos…que nos asaltan para traernos a un hoy donde la comunicación se reduce a un mensaje escrito, —contestado o no—, donde la palabra y la conversación quedan relegadas por un: «OK»; «Nos llamamos»; «Nos vemos»…en estos vulgarismos nos perdemos…nos perdemos la presencia, el estar, el ser…

Saber encajar los tiempos y sus progresiones es señal de una inteligencia emocional preclara. No estaría de más, aprender y conservar alguna de las cosas que formaron parte de nuestro pasado por más que estén «demodé»…

 

«En este campo estuvo el mar. Alguna vez volverá. Si alguna vez una gota roza este campo, este campo siente el recuerdo del mar. Alguna vez volverá».

—Miguel Hernández—

 







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