LA ESCLAVITUD DE LAS TRADICIONES

La esclavitud de las tradiciones. Esta es mi definición para unas fiestas absolutamente paganas, disfrazadas de religiosidad fingida, en las que todos intentan aparentar el don de la benevolencia, tan olvidado cuando recogen y empaquetan los adornos navideños.

¡Cuánto deseo de felicidad, cuanta condescendencia! Personas que no se hablan, que no se recuerdan a lo largo del año. Es navidad: vamos a aparentar ser aquello que ni por asomo forma parte de nuestra idiosincrasia; juguemos a que todo está bien, a que no pasa nada por debajo de la neblina que producen tantas luces destellantes.

Buscando información, la conclusión a la que llego es, que sea cual sea el punto del planeta, allí donde los cristianos son minoría, esta fiesta es puramente comercial y, excusa para que parientes y amigos —olvidados a lo largo del resto del año— se reúnan con no se sabe qué fin, a no ser el atiborramiento y despilfarro de comida y artificios varios.

El festín cristiano tiene sus orígenes en tiempos paganos. La festividad misma, la cual celebra el nacimiento de Jesús, no celebra su —bastante desconocido—verdadero cumpleaños. Los cristianos escogieron Saturnalia, la cual se basa en el solsticio de invierno, el día más corto del año, después del cual el sol renace. Con esa celebración viene un banquete.

En India donde el dos por ciento de la población es cristiana, la influencia de Europa ha propagado la fiesta en todo el país. La Navidad en India, que se conoce como Bada Din, que en hindi significa Día Grande y donde Santa Claus se le llama Christmas Baba, se ha convertido en una tradición significativa, donde la celebración se vive como uno de los festivales más hermosos. Una prueba más de que en este mundo globalizado se exporta todo lo material y por encima de todo, el consumismo.








El poner velas en las ventanas para Navidad resultó de la persecución de los católicos irlandeses por parte de los protestantes ingleses. El catolicismo fue prohibido después de la Reforma y los castigos eran duros, hasta inclusive la muerte. En Navidad, las familias católicas irlandesas, deseando que el sacerdote los visitara en su casa y les diera los sacramentos —a cambio de un lugar cálido donde dormir— dejaban la puerta sin llave y con velas en las ventanas como señal.








Alérgica a celebraciones y exaltaciones tales, desde el más puro nihilismo, prefiero pasar de incógnito hacia el nuevo año, y, no como tradición, sino como costumbre, enciendo velas por toda la casa: ¡fiesta de luz! eso me gusta a diario, todos los días del año, sin excusas, sin fijar calendario, como todo, a mí manera…

 

«Hay dos maneras de difundir la luz: siendo la vela o siendo el espejo que la refleja».

—Edith Warton—






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