CANADÁ FULL
Alejandro, acababa de terminar
arquitectura con buenas notas. Cursando la carrera asistió a la conferencia de
un «refutado-televisivo-moderno-de moda», arquitecto. El tipo parecía salido de
la película «El Gran Gatsby», todo repeinadito, reloj de los de cuatro
cifras, zapatos italianos…
Una cosa positiva sacó de
aquella anodina conferencia: el reconocimiento que puedas lograr adquirir, lo
marcará en buena medida, tu destreza a la hora de trazar la raya de tu
pelo…Nada baladí esta cuestión; a tener en cuenta por los recién licenciados,
sino para añadir a su currículo, sí, al menos, para entender que, hay gente que
puede vivir de su imagen como un rajá…
Con su recién estrenado
diploma se encaminó al temido cometido de: ¿Y ahora qué? Buscar en estudios de
arquitectura; contactar con amigos y conocidos que pudieran arrojar algo de luz
a esta ingrata tarea. La cosa pintaba peliaguda.
A lo largo del doctorado se
había planteado la posibilidad de instalarse en otro país. Nada le ataba a la
ciudad donde vivía; la idea de la aventura, aunque acojonaba, así, en frío,
tenía su punto de atracción. Perdido en estas ensoñaciones andaba, cuando de
repente, salta en la radio un grupo canadiense del que jamás había oído hablar
«Arcade Fire», con esta canción: «Put Your Money On Me» …
«Gasta
tu dinero en mí
Ya
que apenas puedo respirar
Gasta
tu dinero en mí
Sé
que tienes que ser libre
Si
hubiera una carrera
Una
carrera hacia tu corazón» …
A veces son las cosas las que
nos encuentran, cuando no sabemos muy bien que andamos buscando. ¿Sería una
premonición? ¿Cosas del azar?...
Esa tarde en la casa de
Martín, donde había quedado con Mónica y Pablo, compañeros de universidad, embarcados
todos en la misma tarea del ¿ahora qué?, cuenta lo que ha estado tramando desde
ayer y, el hervidero que es su cabeza.
Tiene miedo al cambio, esa
reticencia a abandonarse a la aventura le tiene inquieto.
Comenta con sus amigos la
conveniencia de enviar una carta a la Universidad de Vancouver —había leído
sobre la falta de docentes— y, aunque le obligaba a ponerse al día con el
idioma francés que tendría que refrescar, no era obstáculo para la intentona.
Necesitaba un cambio; las grandes transformaciones vienen así: truenos,
relámpagos…de repente…sale el sol.
La elección de esta parte
canadiense no fue hecha al azar. Tenía claro desde el principio que, en una
zona severa donde la nieve y el frío son una constante, le costaría mucho más
adaptarse. Vancouver por su ubicación al lado del Pacifico, parecía en
principio, más amable. La tarde transcurrió así, entre propuestas, apuntes,
risas salpicadas de incertidumbre. Cuando horas más tarde se tiró de cabeza en
su cama, había conseguido poner orden en sus pensamientos, ideas y proyectos
que pondría a funcionar…
Aterrizó en Vancouver un 13 de
febrero, con 5º de temperatura. Esa bofetada, le hizo replantearse su decisión
al elegir Canadá como destino de su nueva vida. «El hombre es un animal
adaptativo», —pensó—, mientras le crujían desde las aletas de la nariz a los
omóplatos. ¡Qué frío! ¡Me «cagüen t´o»! —alcanzó a pensar—.
Tarde para recapitular, así
que, no queda otra que lanzarse en taxi a la residencia de profesores donde una
ordenanza pelirroja lo acompañó a lo que a partir de aquel inicio aventuril,
sería su nueva casa.
El edificio, una mole de los
años 60-70…de hormigón gris, con la última planta acristalada, coronada por una
cúpula de metal; vista de cerca, resultaba difícil de clasificar arquitectónicamente.
Quien la diseñó con la idea de unir diferentes estilos obtuvo un resultado que
seguramente no convenció a nadie, —ni siquiera al inventor del proyecto—. El
interior distaba del caos exterior. Todo muy bien distribuido, desde las
clases, los despachos, la administración… Se diría que había sido planificado
para el fácil uso de sus habitantes. Clases llenas de luz, pasillos amplios y
claros…tanto el mobiliario, como los accesos proyectados para salvar cualquier
clase de barrera arquitectónica que pudiera plantear problemas a la movilidad
reducida.
Se encaminó al despacho del
rector, con el que estaba citado para ultimar detalles burocráticos y, desde
ahí, pasaría a ser presentado al curso donde había sido destinado.
Cuando a la mañana siguiente
abrió un ojo, no podía creer lo que se divisaba a través del cristal de su ventana…decidió
abrir el otro ojo por si acaso la falta de visión le estaba causando una mala
pasada. Descubrió una nevada que en idioma castizo denominaríamos «del quince»
…bien, bien, bien… ¡primer día! así, ¡sin anestesia! para ir haciéndose con la
climatología… «me mudo de nuevo a mis orígenes». Tarde para pensar en huidas,
además, después del desayuno todo se ve de otro color, ¡hasta la nieve!...
Sentimientos encontrados, emociones
que hacen dudar por momentos de la finalidad de su proyecto…deseos de huir de
nuevo. Con toda esa inundación, Alejandro, se pone en marcha y, con ademán resuelto,
sonrisa abierta, aterriza en la clase de: «Primero: la arquitectura»; «Segundo:
la proposición»; Tercero: «la devoción»; Cuarto: «las ganas»; Quinto: «la
desgana»; Sexto: «la conveniencia»; Séptimo: «la ausencia»; Octavo…
Recuerda una frase de sus
primeros días en la Facultad: «Es una carrera creativa que, enseña a diseñar
espacios optimizando recursos y buscando el bienestar de las personas que los
habitarán». Lo de integrar arte, ingeniería, diseño, paisajismo, urbanismo…lo
deja para otro día.
En ese momento una sensación aterrorizante
lo agarró por detrás sin previo aviso. ¿Cuánto tiempo pasaría entre aquel
paisaje blanco y la nieve que comenzaría a instalarse desde su sien hasta la nuca?
¿se quedaría anclado o aterrizaría en otras lunas? «nunca se sabe lo que va a ocurrir mañana» …—canturreó—…
Mónica, Pablo y Martín,
anuncian que irán a visitarlo en verano, temporada ideal para recorrer los
grandes lagos y hacer una incursión a las Montañas Rocosas…
El encontronazo con Mónica
renueva en ella lo que tenía —creía— tener olvidado…
—¿Por qué creéis que Alejandro
eligió Canadá? —pregunta Martín.
—¿Por qué es el tío más frío
del planeta? —contesta con su habitual ironía, Pablo.
—Mónica, calla…está como
ausente…
…
«No hay marcha en Canadá» … (Y, lo demás, está de más) …
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