DE VEHÍCULOS Y PERSONAS

Hoy tengo el honor y la satisfacción de publicar en «Mujeresdevueltaymedia» un relato de Sara Ortega que une una fascinante narrativa a la prosa de una genial escritora en ciernes. 

Con el saber que solo una mente privilegiada puede lograr, este relato que mi compañera y amiga Sara Ortega a su vez encargada de la tienda del Museo Lázaro Galdiano describe de forma poética y magistral lo que es la vida dentro de este jardín colmado de sorpresas a las que el visitante y los que habitamos allí no podemos poner resistencia. El placer de la lectura es siempre un lujo. Leer a Sara ha sido uno inigualable para mí. Espero que lo disfrutéis.



 

Es habitual que los garajes guarden vehículos. Coches y motocicletas, incluso bicicletas, a veces. Suenan a aguda goma girando en las esquinas de las columnas. Aunque estén iluminados, son oscuros y frescos, con olor a gasolina y manchas aceitosas de brillo azabache en el suelo, que son como espejos para la luz titilante de neón que encumbra el espacio. Sin embargo, el paso de la vida tiene un rastro inesperado, y modifica la naturaleza de los sitios como una carretera desgastada por el paso de las ruedas.

Lo que hace años cobijó entre sus muros un bólido estilo Hispano-Suiza, puede convertirse en el mejor de los casos, en una tienda. Y el palacio anejo con influencias del siglo XIX, que parece complementar su arquitectónica figura, en un museo. Así, donde antes se escuchaba el eco del habitual cierre de puertas, el pesado tamborileo del motor intentando arrancar, el mecánico cambio de marchas o la ida y venida de maletas listas para recoger; ahora acoge el bip de un cobro en tarjeta, el papel rasgándose al expender la receta de los artículos, el choque de las monedas que comparten espacio en un cajón de plástico negro o la pinza que presiona a la fuerza la moneda en papel.

Ahora el suelo está limpio y es blanco, y tiene tres vanos que dejan entrar la luz natural del jardín y el sonido constante del tráfico de las vías que lo abrazan. Las personas siguen formando parte del espacio. Aunque ahora son distintas a los propietarios de facto. Pese a estar separados por cientos de años en su paso por este garaje-tienda, las personas comparten con aquéllos sueños, emociones, dolores y anhelos. A veces también prisas por llegar o por irse.

Las paredes escuchan diferentes idiomas y son testigos de turbadas valoraciones: “el ascensor baja solo”, “no entiendo qué hacen estos libros aquí”, “por dónde se sale”. También presencian rabietas que solo entienden los protagonistas y sentencias que las finalizan: “mamá, yo quiero la mano”, “el expositor de la mano no se vende, elige otra cosa”, “he dicho que quiero la mano”, “no te vas a llevar la mano”.

El espacio es inamovible y está condenado a soportar olores a respiración humana, a jabones franceses, a perfumes, a velas y a una fragancia persistente que pretende incentivar el gasto de los visitantes mientras impregna y ahoga sus esquinas. Con ese olor, las compras huelen a armario cerrado con ropa guardada de una estación que nunca ha llegado. Quién sabe si funciona. La irrefutable experiencia de la ciencia del consumo apunta que sí.

Hay dos grandes estanterías y seis mesas repletas de artículos y productos. Algunos están elaborados a mucha distancia del garaje-tienda, y poco tienen que ver con el carácter del lugar. Son telas y artilugios de plástico, que llaman la atención por sus colores y funcionalidad, aunque su vida útil se equipare a la de una mosca. Hay otras cosas con una durabilidad y calidad mayores, pero todo depende del bolsillo del visitante. En ese sentido, la puerta se ha abierto a tipos de personas que no podrían imaginar un sitio así y ahora pueden hacerlo.

En cualquier caso, las emociones que sienten quienes dan un regalo y quienes lo reciben son universales. Y son el motor del garaje-tienda, o, mejor dicho, ahora de la tienda-garaje. El comercio se convierte en el medio del intercambio social, económico o solidario que el visitante quiera afanar para otro. En ocasiones se busca el objeto concreto, con tiempo y determinación; en otras, la casualidad del momento determina el sorpresivo obsequio. “Voy a aprovechar a comprarle los pendientes que le gustaron antes”, “vengo a por un libro que vimos la semana pasada aquí, cuando vinimos”, “sí, por favor, envuélvelo; antes de que venga”. El trasfondo del detalle ya queda bajo conocimiento de cada uno.

Similar a su origen, recibe visitas de personas de grandes y opulentos gastos que tienen varios miles de kilómetros encima; también con recorridos de poca distancia. Algunos, atendiendo a la posibilidad de llevar un recuerdo inigualable, eligen la ropa de diseñadores autóctonos. De otra orilla, también acuden personas más sencillas, algunas que aprovechan el tiempo gratuito de visita. “Este cuadro es como mi hijita; se pasa el día entre libros”, anunció una vez un hombre latino.

Hay quien se asoma a la tienda-garaje desde fuera, la mira desde el jardín, como a una pecera que muestra animales dejados a su suerte que intentan vivir de manera despreocupada en una burda imitación de su propio hogar. Tentados por lo que ven, algunos deciden entrar y comprobar las maravillas que la globalización y el capitalismo han fabricado para llenar sus preocupadas y ocupadas vidas.

Algunos vienen en grupo; otros, en solitario o con varios amigos o familiares. Aquéllos, suelen contar con una persona que les dirige y explica, y parecen pequeños patitos que siguen a su madre de un lado a otro, siempre en grupo, acercándose si se han distraído con un detalle. Los demás, pasean siguiendo un aire propio, aunque atienden a la misma razón didáctica del lugar. Aunque el paso de los vehículos quede muy lejos ya, la vida sigue visitando su impertérrito espacio, que continuará aguardando el paso del tiempo de forma imperturbable en esta tienda-garaje del Museo Lázaro Galdiano.

 ©Sara Ortega














 

 

 

Comentarios

  1. ¡Muchas gracias de nuevo, Consuelo! Es un honor para mí publicar en tu blog ☺️ Abrazo fuerte

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    1. Gracias a ti, por la generosidad de compartir unas letras tan maravillosas. Abrazos de vuelta, de vueltaymedia.

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  2. Sara, en esta época de mentes en conflicto y de desprestigio de las humanidades y de la literatura en particular, es muy reconfortante el hecho de ver que hay personas como tú, deseando iniciarse en el mundo de la escritura. Hace falta compaginarlo con el tándem de tiempo-calma-silencio, así que ….sácalo del garaje y disfruta con ellos.

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    1. ¡Muchas gracias, Enrique! Qué bonito y qué esperanzadora alegría que haya gente como tú ☺️

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  3. Sara, deberías abrir tu propio blog de la tendera y soltar todas esas cosas que se te ocurran, porque te expresas de una forma increíble. Me ha encantado tu texto y me encanta tu visión de la tienda garaje durante el paso del tiempo. Espero poder seguir leyéndote.

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    1. ¡Carmen! Muchas gracias por tus palabras 🥹 Me ha hecho gracia lo del blog de la tendera jajaja y no lo descarto, eh. Abrazo grande, gracias por estar ahí y leerme 🩷

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