VIENTOS DEL OESTE



Enero trajo consigo las frías rebajas de los sentires. Emociones cruzadas en la pérdida de un tiempo que ya no es. Historias de desencuentros en los que, el punto y final añade su particular pacificación. Todo expuesto, todo resuelto con la rotura del cordón umbilical que nos ata al conocido universo donde por fin se comprende la vacuidad de los enfrentamientos. El todo igualado en el: «ya nada es».

Amaneceres que acarrean la lección del día. Inquietud calmada que pone en alerta cual resorte los mecanismos de un ser en duermevela.

Contenida en la luz de este amanecer va impreso el presagio de un cambio. Alternancia de época, de etapa, de cierre…se cuela por las rendijas sin permiso regocijándose en su anarquía.

Sonó un timbre como señal definitiva de la metamorfosis que se avecinaba. Ante la confusión que genera toda mudanza hay una permanencia momentánea en el desconcierto. Todo cabe en esos instantes de mutación. El alba resucitadora y enterradora a un tiempo enciende luces y entierra sombras.

Alborada de cánticos al revés.

Ya no hay promesas, ni risas, ni llantos. Los reproches diluidos en vanas esperanzas. La oscuridad ha tendido su mano al viento cubriendo el vacío de una existencia.

Ni sumisa, ni conformista fuiste —eres—, insumisa, irredenta.

Libre y anárquica.

El viento helado sacude todos los adjetivos. El tiempo es un mal amante. Tú: tan libre.

Él: tan fagocitador.

 

Donde la corriente te lleve: allí nos encontraremos.






 

 

 

 

 

 



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