TACONES. EL ECO —II—
Nos encontramos en un blues.
En él nos perdimos. Dime que permaneceremos en él. Hazme creer en la magia, a
sabiendas que el despertar me lanzará contra un muro sin estrellas, que
permaneceremos en las notas por escribir, en un cielo a base de impenitentes
pentagramas, dibujados en una nube, no quieren borrar el llanto que brota de
cada línea, de cada espacio, cada punto equidistante conformando una escritura
impresa allí dónde el cincel no llega.
Llorando lo que no soy en
métricas imposibles…disculpándome por lo que no he hecho…composiciones—descomposiciones
del alma que deplora imposibles.
¿Qué busco cada mañana?... ¿Qué
estoy buscando al despertar?
Me soñé en una caracola;
escalera de caracol: vueltas sobre vueltas…a vueltas, entre vuelos de emociones
sin salida. Laberinto de sentimientos a los que no consigo dar sentido. Un
contrasentido en sí mismo, ¡Como racionalizar lo intangible! Una vida dónde
cada elemento se tropieza con el anterior.
Sueños: azules, verdes,
amarillos…como soles que inundan mi existencia.
El cielo se abre infinito a
través de mis ojos, imposibles, indomables, inadecuados y mentirosos, ahogados
en lo que imaginan más allá de la realidad que se muestra ante ellos.
De nuevo, a lo lejos, resuenan
unos tacones henchidos de pasión, de vida errante. Eco esperanzado de lo que
nunca será. Arrastrando un universo de fortaleza fingida tras el que se intuye
una fuerza que todo lo arrasa, que rompe e inhabilita, que desnuda, impide toda
falsedad.
Perdida en miradas de hielo
que aprisionan e inundan con la más atroz desesperanza…otra vida…otros sueños.
El color inspirador va cambiando
a través de los tiempos, no así la esencia que provoca los sentires. Como una
catarata que arrasa con todo lo que encuentra a su paso.
Todo cambia para seguir igual.
Corazón de blues, torbellino
de emociones, en permanente ebullición.
Empeñada siempre en
imposibles, como si la única forma de vida posible fuera la de vivir en
continuo sobresalto, incapacitada para el reposo del alma. Alma atormentada de
bolero. Princesa destronada, corazón de plata.
Subida en sus imposibles
tacones seguía en continuo intento por cambiar hacia atuendos más benignos. No
supo, nunca supo de la existencia de suaves paisajes, pasajes dulces y
llanos…ella caminando en lo agreste y rocoso de la vida.
Imposible y negada conjugación
de todo lo que no fuera vivir al límite de lo que un corazón es capaz de
soportar.
De nuevo en el «Tacones de Hielo».
Miró de reojo a través del
espejo, sentada a la barra. Intuyó una mirada que no la veía…un sueño pasado,
tan presente, tan real, que la esperaba en el mismo rincón, en el mismo sueño,
ese que ni el tiempo ni la carretera puede matar.
…Su Martini seco…sus ojos brillantes y una
sonrisa que la definía: inaccesible al desaliento.
Mientras,
al fondo, sonaba Sabina: … «Y la vida siguió como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido. Los besos que perdí, por no saber decir te necesito».
Segunda parte que nos sigue manteniendo en vilo y con los ojos como platos. Deberías mandárselo a Joaquín. Lo mismo le sale una canción.
ResponderEliminarLo he pensado, no creas que no; prefiero quedarme con los derechos de autor -de momento- jaja. Gracias, Jesús por tus comentarios.
EliminarLo que hace reflexionar y divagar sobre esta historia hasta el delirio es cómo es posible que algo que no haya existido deje un recuerdo tan marcado, un eco tan determinante, tan destructivo. Como también dijo Sabina, hasta los huesos sólo calan los besos que no has dado.
ResponderEliminarExiste; claro que ha existido. Distinto es, que yo no sepa o no quiera determinar el caso de forma más clara y contundente. Habrá una tercera parte, seguro.
EliminarPero podría haber sido un sueno y aun así, dejar huella.
EliminarPor supuesto; lo cierto es que forma parte de una realidad, marcada por sueños imposibles: la vida misma.
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