ESPERANZA

Ha pasado casi un siglo de la muerte de Saturnino Calleja y aún el nombre de la editorial que fundó resuena en el dicho popular «tener más cuento que Calleja». Los niños pobres de España no habían leído cuentos hasta que los publicó este editor.

Los cuentos que relatamos, que contamos para seguir engañándonos en un mar de imposibles, mucho más alucinante que todo lo recogido en los cuentos de calleja…Había una vez una calleja de nombre Esperanza, que por esas cosas del destino ha quedado borrada del mapa en el que un día estuvo ubicada; pero eso es otro cuento. 



Desde esa callejuela que a lo largo de décadas vio pasar personajes y vidas desesperanzadas -mala elección del nombre-, inconcordancia con los habitantes de la misma. Testigo de vidas truncadas que, quisieron transformar una realidad indivisoria, porqué por más empeño que se ponga en ello, hay vidas de un solo carril que no permiten elección.








Han pasado los años y dejado un reguero de bajas que solo el recuerdo engañoso hace creer en la bonanza de que todo tiempo pasado fue mejor. Buceando en recuerdos que la memoria frágil trastoca hasta la transfiguración. 

Mañana será otro día, un día más para la esperanza.  


«Comieron perdices y a mí no me dieron, porque no quisieron»


Es una calle larga y silenciosa. 
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo 
y me levanto y piso con pies ciegos 
las piedras mudas y las hojas secas 
y alguien detrás de mí también las pisa: 
si me detengo, se detiene; 
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie. 
Todo está oscuro y sin salida, 
y doy vueltas y vueltas en esquinas 
que dan siempre a la calle 
donde nadie me espera ni me sigue, 
donde yo sigo a un hombre que tropieza 
y se levanta y dice al verme: nadie.

-Octavio Paz.



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