EL OJO DE LA CERRADURA

Miró por el ojo de la cerradura con inquietud tratando de adivinar lo que escondía el lugar que aparecía constantemente en su sueño. Oteando a través del orificio descubrió un mundo insospechado; solo quería traspasar la puerta y sumergirse en la realidad de su sueño.

Filas y filas de estanterías repletas de todas las historias jamás contadas que, dormían el profundo sueño de los olvidados. ¡Al rescate!, ¡Al rescate!

¿Cómo cruzar la puerta que impedía la inmersión? Dio marcha atrás en sus pensamientos. De nuevo sentado ante el escritorio, con la mente en blanco, sin idea alguna sobre como continuar aquel libro que comenzó hace más de un año y, que solo acumulaba hojas en blanco:

«Tengo que encontrar la forma de cruzar ese ojo de cerradura».

Sonó el teléfono. De un salto alcanzó a contestar.

—¿Estás libre esta tarde? —la cantarina voz de María lo sacó de su eterno sueño.

—Depende —contestó.

—No te hagas el interesante. Te recojo en media hora, sin excusas.

—¿Sirve de algo mi resistencia? ¿Por qué siempre te sales con la tuya?

A regañadientes tiró para el cuarto de baño. Su aspecto era el de un eremita recalcitrante. No podía permitirse el lujo de que María lo descubriese de tal guisa.

María lo recogió en la esquina de su casa.

—¡Hueles fenomenal!

—¡Claro! A veces me ducho. Sobre todo, si es una dama la que viene a rescatarme de las garras del abandono.

—¿Abandonado? ¡Qué cautivador! —rio.

Él, ya no hizo más preguntas, se dejó llevar. Salieron del pueblo por la carretera que entre campos repletos de flores desembocaba en el lugar que hasta ahora, solamente, había visto en su sueño.

Entraron en el edificio. Trámites concluidos. Puerta al fondo. Ojo de cerradura.

El sueño se hacía patente: ¡Allí estaba el ojo de cerradura! Esta vez la fortaleza no oponía resistencia.

La bibliotecaria abrió la puerta dejando al descubierto la realidad de sus sueños. Revoloteó por entre las estanterías…miró, remiró, buscó, rebuscó…

María observaba muda. No quería intervenir, dejando que el azar cumpliera con su misión. ¡Tantos libros olvidados!, ¡Tantos anónimos enterrados en aquel cementerio de letras!

—¿Qué te ha parecido mi sorpresa? —preguntó María.

—Un sueño.

A partir de ahí no pudo pensar en nada más. Volvió. Con el tiempo infinito, se recreó en el espacio mágico que componía aquel desbarajuste organizado. Revisó muchos de los volúmenes del depósito…pero no…no…

—«Volveré».

Con el picaporte en la mano sintió que algo le rozaba el antebrazo. A punto de caer contra las baldosas un volumen de tapas azules. Lo cazó al vuelo: «El ojo de la cerradura» de Lucas Laleh.

Habría tiempo de investigar sobre la autoría. Ahora lo urgente era leer el manuscrito. Con los permisos de la bibliotecaria saltó a la calle como si acaba de descubrir el Santo Grial. Terminó su lectura. No dijo nada a María. Sentado ante su portátil no paró hasta dejar plasmadas cada palabra, cada coma, cada acento…

—Léelo y sé sincera en tus opiniones —pidió a María.

Of course —contestó ella.

…Y, al tercer día, resucitó…María pletórica, María entusiasmada, María atónita, María…María…

A la primera edición le siguieron doce, trece, catorce…más. Ella ajena a la real autoría de aquella joya que le encumbró al olimpo de los escritores.

Él, no pudo jamás, abandonar el sueño que le asaltaba cada noche. Un ojo de cerradura vigilaba sus pasos.

 

 

















 


































Comentarios

  1. Respuestas
    1. Agradecida y encantada por el comentario. Es una satisfacción recibir felicitaciones. Un abrazo!

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  2. Excelentes comentarios que siempre nos gustarán para poder aprender y disfrutar, recomiendo mucho la las mejores cerraduras electronicas con alarma para la casa y el trabajo.

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