DE PERROS Y AMOS

Me pregunto qué culpa soportarán algunos animales al tener que soportar según qué ídem por dueños.

Añadidos a los ya inconvenientes que tiene Madrid, dónde cada día hemos de lidiar con mil y una tortura, vienen a sumarse una tribu de personas de ética y deficiente educación más que cuestionable.

Uno de los lujos de esta ciudad es su Casa de Campo, en la cual acostumbro a relajarme cada día que el tiempo me lo permite. Hasta aquí todo perfecto.

Pues bien; una tarde cualquiera en la que voy disfrutando de mi caminata y todo lo que ofrece la naturaleza; tranquila, relajada…caminando. Y, de repente… ¡Zas!...siento un lametazo —fue apocalíptico— en mi muslo izquierdo. Solté tal grito que creo puse a funcionar el campanario de la Catedral de Burgos, un susto con mayúscula de grado superior.

Giro la cabeza y…¡oh! ¡Un perro! ¡Deleitándose a su gusto! Con la piel como escarpia le comenté a la dueña el susto enorme que me había dado…

—Yo: tiritando.

—Ella: ni disculparse.

De derechos y deberes parece que andamos escasos. La libertad que practican algunas personas a la hora de ejercer tales derechos como es llevar a su perro suelto igual puede vulnerar el legítimo de las personas que andamos sin causar molestias, sin atacar su libre albedrío.

La disculpa no hubiera solucionado el problema, pero no habría estado de más.

Los perros: ¡con sus amos, por favor! Si son tan sociables, con más motivo. Me sentí totalmente desprotegida ante lo que podría haber sido una agresión mayor.

Si quisiera esa clase de lengüetazos, yo misma me compraría un perro. Para susto y disgusto propio.










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