¡ME HE COMPRADO UN SUJETADOR!
—¿Cómo dices?
—¡Qué me voy a comprar un
sujetador!
—Pues ha sonado como un: «Mamá
me voy a la guerra». Es que, es algo peor, mucho peor. Una experiencia
extrasensorial, kafkiana y, casi rayana en lo paranormal.
Así empezó un día de tantos en
el que ya no pude aplazar más la cuestión. Venía resistiéndome desde hacía
tiempo. La situación de mis «sujetatetas»,
entraba en fase de indigencia total…total, que ahí, con estoicidad manifiesta,
me encaminé a…
¿Cómo se llama el
establecimiento dónde venden estos «obuses»?
¿ferretería? Nunca se me dio bien la cuestión, pero es que, desde hace un tiempo,
la cosa se ha puesto peliaguda, a tal punto que parece necesario un máster en
física cuántica —para no morir de fracaso en el intento de dar con la pieza
adecuada—.
Una vez elegida la tienda en
litigio, procedes a la inmersión en un mar de dudas, —imagino aquí
un biólogo marino buscando a Neptuno—, buscas, miras, remiras: «este no;
este tampoco; este menos»…y así, hasta la extenuación. Cuando por fin
encuentras «algo» que se aproxima a tu gusto o necesidad, viene la segunda
parte. ¡Esta sí que es de agarrarse los machos! —las tetas, en este caso—
¡elegir talla! Esta es la madre de todas las ciencias.
Hace años era fácil. Tu talla
era: pequeña, mediana o grande…¡ahora no! Ahora va por unos derroteros que
hubieran llevado a Einstein por el
camino de la perdición. A saber: existe una incontable, innumerable e infinita
lista de algoritmos indescifrables. Talla A, copa B, 110…Talla B, copa C, 95…
luego están los de: «con relleno», eso ya…¡para nota! Resulta harto difícil
encontrar un sujetador que no venga con las tetas puestas de fábrica…—no voy a
relatar aquí la lista completa, me mareo—.
Me siento como un contenedor
con esta montaña de sujetos entre mis brazos que no me dejan divisar el frente.
Por el flanco izquierdo se acerca una «asesora-dependienta», —a buenas horas—,
preguntando:
—¿Se los va a probar?
Y, yo, con una sonrisa idiota
por no contestarle lo que pienso, pronuncio un simple: Sí. Cavilando sobre la
pregunta que me acaba de hacer. ¿Puedes llevarte tales dispositivos sin poner a
prueba tu sistema nervioso-parasimpático, que como es sabido es el que controla
las funciones y actos involuntarios?
Cuando por fin consigues en medio de aquella maraña en la que se ha convertido
un diminuto probador, —a duras penas puedes colocar tus cosas— acomodar ese arsenal de sujetadores que has
elegido como prueba de tu incapacidad a la hora de seleccionar…llega el momento
definitivo en el que te da por llorar sin consuelo: «este no me sirve»; «este
me queda grande»; «este me queda pequeño»; «este me hace gorda»…así, hasta el
infinito…
No desesperes —me digo—. Por
arte de magia aparece ahí, en medio del caos, escondidito y tímido, calladito,
el que por fin se adapta —más o menos—, a tus medidas…y, emocionada como si
acabara de descubrir un nuevo continente, me visto a toda prisa después de
apartar y poner a buen recaudo el arma que ha de salvarme de la indigencia
«textaritetil» en los próximos meses, o si me apuran, ¡años!...
En ese momento te sientes como
debió hacerlo Agustina de Aragón…—o cualquier heroína que se precie—. Como si
acabaran de conmutarme una pena carcelaria.
Me acerco al mostrador de caja
y pagos. Cara a cara con la dependienta-asesora que de nuevo me pregunta:
—¿Se los lleva?
Yo, aferrada a mi tesoro,
contesto: ¡Cinco de este modelo, por favor! —mirada incrédula que me brinda—…pero,
a mí que ya nada me importa después de haber vencido todo obstáculo, sonrío de
nuevo y afirmo.
¡Todo lo que quiero es huir de
allí! con la tranquilizadora sensación de no pisar el bazar de los horrores en
siglos!...
Días después un amigo me
invita a comer a su casa…—los chicos es posible que no sepáis lo que de verdad
es tortura para nosotras—…no son los zapatos —que también— ¡Es el puto
sujetatetas! Cuestión irresoluble en este tipo de reuniones.
Tu amigo te sugiere:
—Puedes quitarte los zapatos
si así te sientes más cómoda… —a ver con cara le digo yo al de turno que lo que
quiero, necesito, me urge, es ¡quitarme el sujetador! sin que la cosa dé lugar
a interpretaciones confusas—.
Tengo la seguridad de que esto
las chicas lo entenderán a la perfección, pero si por una de esas casualidades
de la vida, alguna afortunada no pasa por estos trances, ¡avise por favor!,
tenga la amabilidad de abrirnos nuevos caminos. Gracias.
¡Me he comprado un
sujetador-horario! —Es programable: pita si te pasas de uso—.
Comentarios
Publicar un comentario
Soy toda "oídos". Compartir es vivir.