A QUIEN CORRESPONDA


En esto de las esperas no está todo escrito. No lo está porque queda mi testimonio sobre un asunto que nos complica la vida, nos resta energía diaria sobre todo y por todo en ciudades grandes o inhabitadas de cordura. Queda inhabitado o inhabilitado el poder para trastornar cualquier mente medianamente sana…

¡Qué semanita! —esto me recuerda el título de algo que en el presente se me escapa—. Horas de espera en salas de hospital, deberían llamarse DESESPERAS del verbo desesperarse sin anestesia ni nada. Así ha ido la semana de desespera en desespera total, y, para nada, porque para cuándo quiera ver los resultados mi médico o me he salvado o he sucumbido a la sombra. Luego vienen las otras, las otras desesperas, esas que la administración de este país sabe maquillar —a lo choni— de cosa útil y necesaria…¡mis cojones! ¡Necesaria y útil! Entre inclemencias mortales y coyunturales —por no añadir las del tiempo meteorológico— igual me da por aprender algo de eso que en tiempos se denominaba: «mis labores, sus labores», en referencia a lo que se suponía claramente como misiones femeninas entre las que podría encontrarse la de hacer una colcha a macramé en una de esas entrañables esperas de pasillo dónde crees que eso de la luz al final del túnel lo inventó uno que iba fumado o a saber cómo iba para ver luz entre tinieblas.

Me pregunto cada vez más a menudo: ¿de dónde salen, ¿dónde se lleva a cabo el casting funcionarial? ¿existe? ¿es un c…ti…go? a veces no doy crédito a lo que veo y oigo.

Esperas durante más de una hora…cuando por fin llega tu turno de lo que se suponía era vital para la cosa inhabitada que se cocía en el momento…resulta que la interfecta te deja hablando sola —contestando a la pregunta que te había lanzado— tú no sabes para esa hora ni quien eres. No tienes consciencia si lo que tienes enfrente es persona, animal, cosa o un unicornio azul…pensaréis que todo esto son rarezas mías, pero no, lo tengo muy estudiado y no…que no soy yo…que es un sistema inventado para aborregar y, si no estás por la labor, desentonas en un entorno dónde no crecen ni los cardos —bueno, igual esos sí, que hay abono sobrante para ello—.

Seguro lo habéis pensado en alguna ocasión: existen psicópatas inclasificados que pueden hacer más pupa que los declarados abiertamente o clasificados por un sistema lunático que arrastra decenios de demencia, arrasando con todo lo que no se adapta a su método.

¿A ver si la vida va a ser una película dónde solo triunfan los malos? Igual nos hemos equivocado de papel.






 

 

 

 


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