INFLUENCERS
El laboratorio de ciencias de
la facultad de Juneau en Alaska, fue el responsable de las
decisiones que tomaría en su futuro. Desde aquellas ventanas abiertas al cielo,
a los bosques, al agua…su afán investigador hizo mella en ella llevándola a la
conclusión de que su camino estaba fuera de las probetas.
Una vez terminada su tesis y,
condecorada, birrete en cabeza, aprovechó la tesitura para largarse de aquellos
inviernos sin fin a otras tierras donde el sol fuera el rey.
Pepita conjeturaba sobre la
forma en que habría de ganarse la vida. Tras pasar tres semanas encerrada en un
cuartucho de hotel —el único que podía pagarse—viendo todas las ediciones de «grandes hermanos» del globo:
—«¡Lo
tengo! ¡Voy a ser influencer!».
Y se puso a ello.
—Primero de todo el nombre.
Con este nombre no se hace carrera. Un par de vueltas por google y… ¡Eureka!
—A ver…a ver… «GALE STORMY» —¡Arrasaré!
Con el nombre seleccionado da
comienzo a la carrera que emprende en un mundo y época —por suerte para ella— en
el cual predominan los «engañabobos», donde nada importa sino es la apariencia.
La inteligencia, los valores, la ética… todo ¡a tomar por culo! En aras de la
apariencia.
Si tu físico es atractivo a
los ojos de quién no sabe lo que ve: triunfo seguro. Si tu meta es la de contar
mentiras, insultar y liarte con un pollo sin plumas: triunfo seguro. Años de
estudio en aquella facultad donde el sol jamás se ponía por la simple cualidad
de que no se dignaba salir. Años de investigación para acabar en los mentideros
de un mundo absurdo y denigrado.
—¡Gale!
—¿What?
—Mira, he encontrado «esto» ¿Por
qué no lo intentas?
El artilugio en cuestión era
un trasto difícil de definir. Parecía un rosario de cuentas para ciegos, cada
una de ellas de un color diferente…
—¿Dónde has encontrado esto?
—En el puesto de un moro. En
el rastro.
—¿Qué puede ser?
—Eso da igual, nos inventamos
un uso y, ¡A triunfar!
¡Manos a la masa! —a las masas
ingentes que seguían sus mantras con inaudita devoción—. A los dos días de
impartir el manual por todas las redes conocidas, «aquello» había alcanzado los
trescientos mil millones de visualizaciones con comentarios sesudos de difícil
calificación.
Su fama crecía a la par que la
cuenta corriente, —nada corriente—, y sí, muy bien estancada en el paraíso
fiscal recomendado por su asesor.
De su antigua facultad llega
una invitación para dictar una ponencia sobre la forma de alcanzar el éxito a
través del funcionamiento de la imaginación, en un campo ya abonado por la
falta de receptores carentes de tal cualidad, lo que pone la «cosa» fácil a la
hora del adoctrinamiento.
¿Qué es un influencer? —pregunta una voz hacia el
centro de la sala.
Mientras, Pepi (Gale Stormy), mira hacia los lados
tratando de encontrar una brillante respuesta que haga refulgir su ingenio en
medio de aquel ensombrecido auditorio, deslizándose por el sendero —una vez
más— del sinsentido incorporado a su plática.
—Alguien
con el talento suficiente para hacer creer a los demás que lo tiene a raudales,
aun careciendo de él por completo, pero, que una masa ingente, influenciable,
adora. Ser aborregada y conducida por la autopista del descerebramiento, mejor
no pensar, no vaya a ser que eso de tener ideas propias sea incompatible con
una vida fuera de la mediocridad. —Aclara una voz potente,
firme, desde el fondo.
Campaba a sus anchas y largas
por todo el orbe. Su imparable triunfo obró en ella el milagroso acto de borrar
todo signo de inteligencia que alguna vez hubiera habitado su ser. Cada vez más
engomada, mas inmersa en su estupidiaria vida, más, más…
El mundo se postró a sus
pies…y sus pies de barro, enfundados en zapatos de cifras infinitas, en aquel
amanecer, aparcaron sus tacones contra las frías baldosas de una sala blanca
donde solo se escuchaba el eco machacón de un irredento pitido.
Un frenazo estrepitoso acabó
con todo el torrente de cretinez desperdigada a lo largo y ancho de un mundo
que la historia imprimió en sus libros dos siglos más tarde como:
“La
Era de la Imbecilidad”.
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Soy toda "oídos". Compartir es vivir.