AFLUENTES DE LA VIDA
Su
nacimiento entre las montañas que conformaban el macizo Esperanza fue primero
un goteo, hasta poco a poco convertirse en suave caudal. Sus aguas corren hacia
abajo, en búsqueda de la desembocadura.
El
río de la vida y sus afluentes… Cual corriente natural de agua que fluye permanentemente,
y va a desembocar en otra, en un lago o en el mar.
Un
río cualquiera, en cualquier lugar del orbe, con afluentes autónomos que van a
su libre albedrío, que no confluyen ni se encuentran, que transitan por caminos
diferentes cuando no opuestos para terminar en un mar agitado de dudas y
resquemores al que hay que rendir cuentas y pagar peaje. Afluentes que se secan
en beneficio de otros.
Unos
bregaban por agrestes paisajes y, otros, por suaves llanuras. En los primeros el
mar no se olía, no se adivinaba. En los segundos, la promesa de cercanía hacía que
su tránsito fuera despreocupado.
Entre
las ondas rizadas del agua, peces boqueantes aleteaban con sus branquias como
abanicos, transparentes, con la prisa que imprime lo que está por descubrir.
Ríos
de arena, de ciénagas, de hielo, de oro, de plata, congelados, arenosos,
calientes, fríos, sosegados, bravíos…
El
río con su solipsismo recalcitrante, vive en un mundo de sueños, de tinieblas,
cautivo en una cueva de la que solo podrá liberarse haciendo el bien; pero, su
cauce va en aumento a medida que atesora terrenos conquistados.
Como paradigma
del viaje: el mar cual Saturno, devora uno a uno todos los afluentes que osan
acercarse a él.
Un olor a salitre llega sin anuncio. Todavía no sabe que ahí acabaran todas sus conquistas, que es
el final del camino, el final del final del final…
Comentarios
Publicar un comentario
Soy toda "oídos". Compartir es vivir.