EL HACEDOR DE LÍNEAS
El hacedor de líneas encargado
de dibujar la historia no contada. La mujer observa lo rudimentario de la obra y
elabora para sí un plan capaz de perfeccionar los hilos deshilachados.
Al volver la cabeza para tantear
la posibilidad de que alguien está siguiendo tus pasos podrás constatar que, la
sombra que se proyecta sobre tu ser será con toda probabilidad tu fagocitadora…
Una piedra tras de ti no es
buena compañera de aventuras. Al final, la única intrépida aquí será ella, mientras,
tú quedaras aplastado por tu incapacidad hacia los pronósticos reservados.
Quizá la cotización de «saber algo» vaya
por los derroteros de capa caída, pese a todo deberías mirar tu espalda en un
espejo, estos, tienen más información de la que te imaginas, convertidores en
más de una ocasión de historias que parecían, pero no eran, que no eran lo que
parecían y que ‘paDecían’ lo que en
un intento de ocultación relucía más que todo el arsenal del Museo del Oro de
Bogotá…
Entre dudas e inseguridades no
hay que descartar la existencia de un escalón divisorio por el que resbalar
hasta caer de bruces sobre la tangibilidad de la sombra que te persigue. Mira,
mira tu cara, mira tu voz, mira tu sombra en el espejo…mira y, vuelve a dibujar
esta vez si es posible con trazo indeleble.
De las siete terrazas del
purgatorio de Dante, la primera: «el
orgullo», cargado de un gran peso, merece cura urgente y, al alcanzar la
segunda: «la envidia» debes dejar de
lado todo pensamiento divagatorio. Tú eres tú, y tus circunstancias son propias;
no incorpores las ajenas que de nada han de servirte.
Mira de frente el espejo. Detrás
de su luna se esconde un Dante-duende
mostrándote el camino hacia tu propio yo.
Mirarse al espejo puede ser un
pequeño pecado capital no exento de egocentrismo, pero, pecar contra el octavo
es mucho peor si cabe: la indiferencia.
La pregunta enrolada en la
nube contenía la respuesta que su sistema límbico se negaba a aceptar por
incompetencia o dejadez, impidiendo así su lanzamiento al aire, a la espera del
día en el que todo se adecua o ajusta.
—Hiciste bien en desaparecer. —Parece contestar el cúmulo de nubes.
A lo lejos el resplandor de una hoguera ilumina
las sombras de quienes se reúnen alrededor de ella.
A partir de la noche en que había seguido a aquel cielo plomizo, el perfume de los peldaños de la escalera que se erguía desde el suelo hasta alcanzar las nubes buscando cabos sueltos desprendió un ruido seco de vidrios rotos, a su espalda un grito silencioso sentenció:
«Tu potencial se esconde en
todo aquello que nunca llegarás a ser».
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