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LA MALA SUERTE

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La buena y la mala suerte son como muchos otros conceptos inventados, adornos con lo que tranquilizar nuestra conciencia:  ¡Qué mala suerte he tenido! ¡A ver si no fue mala suerte! … ¡A ver si es que hiciste lo contrario de lo que en el momento fue necesario! Pasa lo mismo con la buena suerte: —¡Qué buena suerte tienes! —Sí, va a ser que los diez años que me he tirado sin ver el sol, clavando los codos, durmiendo tres horas diarias, estudiando hasta las etiquetas del zumosol, han sido los causantes de mi «buena suerte» los que me hicieron aprobar una oposición a la judicatura y no las ‘diezmilmillonesdehoras’ que dediqué a esos p**** legajos… ¡Vamos anda! Hay que descargar culpas y para eso es imprescindible decretar términos que ayuden en el aligeramiento. Ni tu vida la dirige una de esas aseveraciones ni es un cúmulo de actos de buena o mala estrella…las estrellas están para otros cometidos. —¡Qué mala suerte la mía! —¡No querida! Qué te mancharas tu vestido de satén

ADJETIVOS POSESIVOS

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«La calidad al servicio como corresponde a la más distinguida clientela de esta ciudad». Así rezaba el cartel de la tienda de corsetería fundada por el tatarabuelo de Esperanza en aquella ciudad pacata, apostólica, romana y recogida. Una tienda cuyo principal activo era el invento de un artefacto torturante, relleno de unas varas llamadas ballenas que hacían las veces de contenedores-contenidos del cuerpo de las maltratadas féminas, decididas a vivir en la apariencia de una figura que no les pertenecía. Tenía como segundo inconveniente —nada desdeñable—, la facultad de bajar la libido con un solo guiño de reojo. La imagen de un cuerpo atravesado por aquel andamiaje no ayuda ni al más aguerrido de los amantes, y, una de dos…o haces acto de presencia cuando ‘aquello’ ha sido despojado del tronco…o mejor dejas pasar la ocasión que se pintaba calva para momento y lugar más propicios.  Elvira pasa cada día de camino a la escuela por delante del escaparate sin detenerse por miedo a

LLUVIA

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Lluvia a la espera que no es, que no llega. Lluvia inesperada que llega con la espera de lo inesperado, lluvia. Lluvia mojada, Lluvia seca, Lluvia sin agua, sin esperanza, lluvia. Lluvia que mana de una irredenta capa. Lluvia que traspasa cuerpos, campos y llamas. Lluvia. Lluvia que cae provocando ondas rotas contra el malecón. Lluvia de primavera, acrecentadora de ríos dorados. Lluvia de verano que recuerda pretéritas humedades. Lluvia que en otoño cae como promesa de lo que está por nacer. Lluvia de invierno, invitadora de recogimiento al amor de una lumbre. Lluvia que acompaña un rostro de cuencas vacías que vio pasar la vida sin presentir su final. Lluvia que asciende para caer cual polvo de estrellas en su descenso, formando cortinas de plata, incrustaciones diamantinas, labrando figuras que a la imaginación escapan. Dichosa sea la lluvia que moja, la que seca, la que inunda…  ¡Ay! ¡Apaga esa lluvia madre! ¡Qué seca mi alma!   —Sentada al borde de la lluvia pensé en la imposibilid

KARMA

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—«Te llamaré Karma», —Dijo la madre nada más ver la cara de aquel bulto que asomaba a la vida, de difícil descripción por el momento, depositado sobre su pecho con el cordón umbilical aún latente, los ojos como dos rayas intentando abrirse a la luz, las manos cerradas, el cuerpo encogido conservaba aún la posición fetal, y así fue como a través del tiempo un ser inocente cargó con las culpas de un mundo desconocido del que no era responsable… A la hora de cortar el cordón umbilical, un rayo de luz se coló por la ventana yendo a parar al entrecejo de la niña. Todo el cuerpo tensado hasta ese momento quedó relajado, los ojos se entreabrieron, las comisuras de su pequeña boca se alzaron en un esbozo de sonrisa, sus manos se abrieron como en ofrenda al universo. —Serás la energía generadora de los buenos actos de las personas. —Recitó la madre desde la más profunda emoción. Las mujeres que ayudaron en el parto se miraron con deje de sorpresa quizá pensando al unísono que, aquel nomb

UNA LUZ INQUIETANTE

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Cercana a la bahía de Bengala se desparrama sin orden ni concierto una pequeña aldea que acogía sin saberlo, un oráculo infalible: la vaca iluminada. Aquella inquietante luz que manaba del corral, provenía de una vaca muy especial, como un claro exponente de alarmas previsoras contra las adversidades caídas de un cielo, en ocasiones, nada protector. Cada vez que se avecinaba una tormenta el bóvido se iluminaba como una lámpara de miles de vatios, alumbrando así, cada rincón, cada calle por la que iba vagando. De julio a septiembre cuando el Monzón se acercaba, aquella lámpara andante daba luz a toda la aldea creando a su paso toda la intendencia necesaria para poner a salvo sus mal contadas posesiones; sabían muy bien que la gaay (vaca en hindi) era infalible, ya habían experimentado sus aciertos en pretéritas ocasiones. En su vagar por las calles iba dejando a su paso un resplandor que convertía la noche en día y las sombras en claros lunares; las sombras se evaporaban detrás de

NAUFRAGIO

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Un sol de los mal llamados ‘de justicia’ , pues nada justo podría acuñar este astro arrasador y desequilibrado, siamés inseparable, inmutable, mala compañía cuando lo que se desea es divisar la esperanzada meta, con la ilusión del arraigo en un incierto porvenir. Y, cuando el naufragio termina en una playa infecta, inhumana, como el reflejo del arrastre de unos cuerpos nacidos en el lugar equivocado que, en el anhelo de liberación de un destino no elegido, quisieron soñar con promesa de un cambio que en la mayoría de los casos fue sombra de final, de muerte.    Para quien no naufragó en el mar de las desdichas, la travesía iniciaba de nuevo, por otro mar, por otros mares cargados de dudas e incertidumbres en los que no se ponía el sol, y, la esperanza, yacía carbonizada a los pies de una barcaza derretida de incomprensión. Se habla de las divisiones del mundo…como si en la tierra se hubieran trazado unas líneas divisorias, inescrutables, inaccesibles, inexpugnables…  y, solo la

¿DÓNDE ESTÁN TODOS?

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Como en el juego de la gallinita ciega en un parpadeo perdió de vista al grupo con el que compartía, a medias, entretenimientos… Se habían propuesto jugar un juego que en las redes aparecía como el top de la temporada. —¿Y si nos perdemos? —¿Y si no conseguimos volver? —Preguntaba cagada de miedo Raquel. —¿Y si aparecemos en un mundo molón, molón…? ¿Qué? ¿No te «molaría» más que seguir en este de ahora? —¡Tú y tus tontás , como siempre! ¿¡Qué mundo ni qué mundo imaginario!? Mira, yo me piro a casa, esto no me gusta nada. Raquel de camino a casa va pensando sobre su forma de afrontar los retos. Es miedosa sí, pero algo dentro de ella hace clic cuando se aproxima el peligro. Se mete en la cama; incapaz de apagar la luz para evitar que la rodeen los monstruos que habitan la oscuridad. El sueño poderoso vence su resistencia a cerrar los ojos y cae en un profundo sopor. —¡Raquel! ¡Por el amor de todos los cactus! ¿Estás muerta? ¡Tú móvil lleva sonando más de un cuarto de hora