LA MALA SUERTE
La buena y la mala suerte son
como muchos otros conceptos inventados, adornos con lo que tranquilizar nuestra
conciencia:
¡Qué mala suerte he tenido!
¡A ver si no fue mala suerte! …
¡A ver si es que hiciste lo
contrario de lo que en el momento fue necesario!
Pasa lo mismo con la buena suerte:
—¡Qué buena suerte tienes!
—Sí, va a ser que los diez
años que me he tirado sin ver el sol, clavando los codos, durmiendo tres horas
diarias, estudiando hasta las etiquetas del zumosol,
han sido los causantes de mi «buena suerte» los que me hicieron aprobar una
oposición a la judicatura y no las ‘diezmilmillonesdehoras’
que dediqué a esos p**** legajos… ¡Vamos anda!
Hay que descargar culpas y
para eso es imprescindible decretar términos que ayuden en el aligeramiento. Ni
tu vida la dirige una de esas aseveraciones ni es un cúmulo de actos de buena o
mala estrella…las estrellas están para otros cometidos.
—¡Qué mala suerte la mía!
—¡No querida! Qué te mancharas
tu vestido de satén —a todas luces irrecuperable— no fue mala suerte, fue que
ibas ciega aquella noche en la que te enrollaste con el más cretino de la
fiesta y la ídem acabó en un acto irresoluble llamado Pepito al que tú quieres
llamar «mala suerte». Claro que, luego, por otro lado, viene la «buena suerte»
y te arregla el ‘desaguisaó’…tomas
por una vez y sin que sirva de precedente, con esa voluntad que se fue de
parranda en la primera ocasión de la historia y aparece ahora para que, puesta
en acción, deshagas en la medida de lo posible el entuerto o al menos suavices
la enmienda. A eso que no es otra cosa que el resultado de tu acción lo llamas
«buena suerte».
Este concepto de suerte, tan
usado, tan desgastado, no es otra cosa —lo uses como lo uses— que el resultado
de una acción=reacción.
Es cierto que hay cosas que se
escapan a tu control tales como que te salga un grano en la nariz la víspera de
tu boda…pero…tampoco puedes echar la culpa al concepto de suerte mala… ¡Es que
te comiste un cuarto de kilo de chocolate negro ayer, hija mía! Si no quieres
grano, no comas chocolate y deja a la mala suerte en paz…
Luego está lo de los gatos … ¡Qué
culpa tendrá el gato, sea este del color que sea de cruzarse contigo! ¿¡Pero
como el animalito va a influir de modo alguno en tu devenir!?
Todo este asunto me ha llevado
a reflexionar sobre el arsenal de «cosas instauradas» en nuestro registro, que
nos llevan a dejar de lado lo que realmente importa: no es karma, no es mala
suerte ¡Eres tú! Tú, el artífice de lo que pase momentos después de que un gato
que va a su bola pase por delante de ti, de la ingesta fiestorril que te corres con los
amigos…del chocolate negro…de tu tía Maripili que te regaló —con toda su mala
baba— un perfume ahuyentador…
Creo que tengo buena suerte.
Escribo, comparto mis ‘relatoides’ en
el grupo de «Escritura Creativa de
Editorial Cuatro Hojas» y, a veces, hasta me dan un like … ¿Acaso eso no es
buena suerte?
¡Pues tampoco! Es el resultado
de juntar —de aquella manera— una palabra tras otra…
¡Buena suerte y que gane el
mejor! —o la mejora—.
En lo que nunca he creído es en las supersticiones y en la existencia de supuestos seres superiores. Tampoco creo que exista vida extraterrestre. Más que nada porque no hay prueba fehaciente de ello. Creer que sí la hay por el mero hecho de que el universo es infinito, o eso dicen, es lícito pero estúpido Aunque sí tengo una lista kilométrica de incidentes en primera persona y ajenos, afortunados y desafortunados. Y si no lo de la casualidad y causalidad, a los que hay que echar de comer a parte.
ResponderEliminarSería del todo un empacho de cortedad creer en seres superiores ...lo de la vida extraterrestre ¡vete tú a saber! Con respecto a los incidentes-accidentes siempre los achaco a eso que llaman acción-reacción. ¡Qué tengas buena suerte! ja, ja, ja, ¡Saludos!
Eliminar¡Buena suerte y que gane el mejor!
ResponderEliminarGracias. Un saludo!
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