TIRAR LA TOALLA


Yo finjo hasta los tiramientos de toalla: me tiro en la toalla a tomar el sol y no desisto hasta que lorenzo se oculta…

Finjo tirar la toalla, pero la tengo bien amarrada bajo el muslamen de este cuerpo pez-globo que se ha adosado a mí como si fuera mi hígado o alguna parte esencial de mi existencia…y me digo:

«¡No tires la toalla qué ya no se consiguen baratas ni en Portugal!» … y sigo pegada a ella con mi libro y mis deberes escrititorios…y no tiro la toalla por más que el universo se empeñe en hacerme desistir de vivir el sueño de un recuerdo perfecto en bikini sobre un mullido lienzo.

Las tres de la tarde y sereno en aquella residencia de señoritas…la guardiana paseaba los pasillos con sus andares de gato, almohadillados, trillados y soñolientos como su propia personalidad en busca de una paja que se moviera para ponerle el punto sobre su ‘i’ correspondiente. Era un sistema carcelario, disimulado, y, muy bien vendido a padres creyentes de la dictadura encubierta reinante y causante del alienamiento infligido a aquellas futuras señoritas bien educadas, que reinarían en una sociedad aparentemente perfecta…pero… ¡Siempre hay un, pero! o dos o tres… ¡Maldita conjunción adversativa!



Lea: Haciendo honor a su nombre que en francés significaba ‘fuerte, valiente’, no iba a tirar la toalla así de buenas a primeras y mucho menos a segundas…

Castigada de por vida bajo mandato divino o decreto divinamente patriarcal por haber abierto la boca, por haberse atrevido a decir lo que su mente gritaba en el interior, encapsulado, liberado por ella que era una excéntrica y un poquito heterodoxa.

Gracias a todos estos atributos acabó con su cuerpo en aquel antro de perdición, que es lo que era ese laberíntico lugar, repleto de obsoletas reglas, de cánticos al alba cuando ni el gallo había adquirido facultad para cantar.

Con las rodillas despellejadas de fregar suelos adoquinados con lustros de huellas marcadas entre sus juntas…las manos llenas de sabañones, abultadas cual pez globo y la espalda dolorida por el encorvamiento de horas sobre ese inmundo empedrado. Cada domingo aparecían los progenitores con una sonrisa bobalicona y las respectivas provisiones que ella no llegaba a catar porque después del revisionamiento al que eran sometidas quedaban las migajas que las directoras del cotarro tenían a bien dejar…

—«¡La madre que os parió a todas! Un día me alejaré de aquí sin tirar la toalla a no ser que sea para extenderla en una playa desierta y tirarme sobre ella por el resto de los días» …




El día llegó pues en la vida todo se mueve de forma circular y unas veces posiciona arriba, en medio, abajo y de lado…hasta que la rueda cambia y se sale volando de la noria con renovadas energías…




Lea jamás se rindió, siguió bandeando las ondas que cada tormenta traía consigo sin hundirse ni ahogarse por más que a veces notara que la faltaba el aire. Sus progenitores pasaron a mejor vida…

Lo que en su día había constituido el mal llamado ‘núcleo de sangre’ dio paso a la liberación con la que ella se identificaba cual siamesa…

Los barrotes cayeron, la playa inundada de toallas relucía al sol que un día quedó oculto a causa de una praxis que jamás debió ser inventada…

—Lea ¿A ti como te gustan las toallas?

—Voladoras…





















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