REGRESIONES
En el interior del avión
resonó la voz de la azafata:
—Abróchense los cinturones, vamos a aterrizar.
Alejandro escuchó el mensaje
entre sueños. En esos segundos que van del duermevela al despertar, una suerte
de modorra no le dejaba pensar con claridad. ¿Había salido de Canadá o estaba a
punto de tomar tierra en el país de las nieves? De nuevo la voz de la azafata
le sacó de dudas:
—Estamos tomando tierra en el aeropuerto de Jerez. Esperamos que hayan
disfrutado del vuelo…el comandante y toda la tripulación…bla…bla…bla…
En el hall del aeropuerto le
esperaba Mónica. Un saludo entrecortado, difícil de resolver. Mónica no sabía
muy bien cómo encarar el asunto. ¿Cómo hablar sin nombrar?, ¿Cómo contar sin
entrar en detalles?
De camino al tanatorio apenas
hablaron, cuatro frases convencionales para salir del paso. Allí estaban Pablo,
Martín y el resto de amigos. Alejandro, se acercó a la madre de su amigo. Sin
lágrimas, sin lamentos, en un abrazo, ella, zanjó el asunto:
—Siempre fue un buen chico; no debería haber cambiado de amigos. No me
escuchó. De seguir con vosotros esto no hubiera pasado.
Al pie del agujero número 12,
Alejandro, percibió un olor, aunque no supo describirlo ni reconocerlo había en
él una especie de ‘Déjà vu’ machacante;
olores que elevan la escena y la transportan en el tiempo, recreando lo ya
experimentado.
Tenía la casi seguridad de
haber vivido todo esto antes. De nuevo el recuerdo de un pensamiento
recurrente…pero, quizá todo era producto de la mezcla de sensaciones, un cóctel
que no ayudaba a poner nada en claro —por el momento—.
—«Espero que todo esto pase y
si vuelvo a recordar que sea en sueños» —dijo para sí.
Aquí y ahora todo
arrepentimiento está de más —pensó.
Una vez, otra vez, otra y
otra…el ‘Déjà vu’. Ahora tenía la absoluta seguridad de haber
vivido esta escena.
Mónica ve cómo se marcha,
calla…está como ausente…
Relato ganador de la semana
en, «Editorial Cuatro Hojas»:
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