GURÚS
Cuca, pretendidamente o no,
siempre fue la gurú del grupo. Todas la imitaban y seguían sus consejos, más
por tradición que por devoción. Si ella aprobaba el estilo elegido, todo
quedaba bajo control. ¿Todo?
—¡A ver dónde encuentro yo a
estas horas un gurú! Todo cerrado, un puente de cinco días por delante y la
fiesta de esta noche es…Voy a llamar a Cuca, ella sabe todo sobre el mundo «gurúshopper».
Sucedió en la última fiesta
postinera a la que acudió. Fue dos días después cuando entendió las risitas estúpidas
que provocaba al pasar:
—Ese echarpe no combina con tu
forma de andar. —Le comunicó la gran gurú Cuca.
—¿Qué les pasa a mis andares?
—Qué son poco aristocráticos.
Vas por el mundo sin «gurúshopper»,
y, así no se puede, querida.
—¿Qué mi forma de andar no
combina con el echarpe? ¿Pero qué imbecilidad nueva es esa?
—«Se van a enterar esta banda
de pijos venidos a menos de lo que vale un echarpe».
Del baúl empolvado que dormía
su sueño en el desván sacó una falda larga lucida por la abuela en círculos de
un pasado menos prosaico, con el pedigrí que le otorgaba su casta. Pegó cuatro
tajos verticales que dejarían al aire sus piernas. Cortó la parte del torso de
una enagua encajándola en el conjunto a modo de corpiño. De tal guisa se
presentó en la fiesta con todo un plan establecido.
—Ella, ¡Es ella! ¡Qué cambio!
—Escuchaba ahora al pasar.
—¿De dónde has sacado este
modelo? ¡Es lo más! —Cuca con los ojos desorbitados se descojonaba de la risa
para sus adentros.
—Decidí seguir tus consejos.
He contratado un «gurúshopper» recién
aterrizado de la India con fama de revolucionario.
—¡Ya lo creo! Me lo presentas
sin falta…mañana mismo. La belleza está en el interior es el consuelo de los
tontos. Si no cuidas el exterior es imposible que alguien tome interés por lo
interno.
«A
punto de soltarle lo superficial de sus reflexiones, frené a tiempo. Yo pensaba
que Cuca era alguien con criterio. Rascas un poco y detrás de la fachada no
queda nada más que el vacío. Una banda de pijos venidos a menos viviendo de una
apariencia desconchada. ¡Con estos me forro!».
Y fue así como inventó a un
ficticio «gurúshopper» que alcanzó
fama internacional, reportándola tales beneficios, los cuales le permitieron
adquirir el retiro con el que siempre había soñado.
Su figura se solapaba a
conveniencia con la del «gurúshopper».
La influencia de este ficticio personaje había actuado sobre su voluntad de tal
forma que, a ratos ni ella misma sabía en qué papel de los dos se hallaba.
Preguntó a su personaje si tenía la receta para cambiar aspectos íntimos que
asomaban más de lo necesario. El «gurúshopper»
inundado por tanto requerimiento se mudó a su espacio y, nada se ha vuelto a
saber de él (o de ella).
Si por un acaso necesitáis
instrucciones para perder vuestra personalidad y así convertíos en horteras
posmodernos, tengo en exclusiva el número privado del «gurúshopper».
Pedid y se os dará.
Como otras tantas cosas inservibles en nuestra civilización-degeneración, lleva años de gran relevancia el gurúshopper. Está casi en todos lados.
ResponderEliminarNos persigue en todos los actos de nuestra existencia. Una pena si te dejas atrapar, la buena noticia es que hay gente con criterio propio.
EliminarMuchas gracias por comentar.
¡Saludos!