DELANTE DE MIS NARICES



Si te dan con la puerta en las narices entra por la ventana…siempre hay una entrada o salida alternativas…a veces están tan encima de tus napias que por su emplazamiento no las divisas …

—¿Qué buscas?

—La piedra filosofal que me haga traspasar puertas sin necesidad de llaves…

—¡Vale! ¡Un diez por la estética de tus metáforas! siempre atinadas, sutiles, irónicas, mordaces…pero, ahora ¿Me explicas qué es lo que buscas?

—Ya te lo he dicho, la piedra filosofal…

—Pues nada, qué tengas suerte y la encuentres pronto a ver si así te pones de una puta vez con lo que importa…

Él, no se daba por vencido; llevaba siglos, reencarnación tras reencarnación en el empeño. Lo que no adivinaba era la imposibilidad de encontrar por rincones, caminos y recovecos, aquello que llevaba encima de sí.

Ligera, pero rotunda, escondida, pero presente entre carrillos, dormía despierta la piedra sabia.





—¡Tiene narices la cosa! Así sin más ni menos qué delante de mi apéndice nasal. Sin pudor, sin vergüenza, irrazonablemente… ¿Cómo has podido?

—Todo el tiempo he estado delante de tus narices y no has querido verlo.







—Estás sangrando por la nariz.

Un hilillo rojo apenas perceptible surgió de uno de los orificios nasales. Comenzó a deslizarse hasta la barbilla, detenido, como sin atreverse a saltar de aquel promontorio hacia la vertiente del cuello.

 Envidioso, el vecino de la trompa no quiso ser menos y, ofreció también su caudal carmesí. Poco a poco la frecuencia aumentó yendo a parar ambos ríos hasta la entrada del ombligo para seguir su cauce por los muslos hacia los dedos de los pies.






En un intento por alcanzar el botiquín de primeros auxilios con la vista medio nublada a causa de la hemorragia se tragó la puerta que comunicaba con el cuarto de curas.

—Ni el tiempo ni el espacio conspiran contra los sentires. Son estos los que no te dejan ver que lo que dices querer y no tener, está formando parte de ti. ¡Encima de tus narices! Puede que sean estas las causantes de tu ceguera. En tu otoño reconocerás el frágil secreto de la piedra que te acompañó durante el estío.

Tan importante es cerrar una puerta al entrar como al salir.























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