EN EL PAÍS DE LOS JAMONES UN CERDO ES EL REY
A cualquier evento situación o cosa necesitada de solución le era aplicada la ‘ley del jamón’, o para mejor decir, se endiñaba un jamón al presunto resolutor dando como resultado la resolución del mismo.
Adolfo
caminaba por Magdridburgo llevando a la cola una prole de siete hijos como
siete panes.
Pío,
el mayor: dieciséis años de vida improductivos.
Rosa,
a sus quince iba colgada de una nube de cuya plataforma no se bajaba ni para
comer.
Fito,
con catorce primaveras y ni un solo día de ese tiempo que no fuera con el moco
colgando.
Tita,
recién estrenados sus trece agostos apuntaba maneras, se le notaba en la forma
de andar.
Lezo,
que nació un doce del doce, del año doce. Alcanzó esa cifra desde su espíritu curianense
que lo llevaba a pensar en la posibilidad de ser un iluminado.
Mingo,
en sus once otoños no había conocido un día de sol. Era el enfermo imaginario.
Lili,
pizpireta, un dechado de feminidad a sus tiernos nueve febreros.
Con
esta caravana, Adolfo se preguntaba día sí y día también la forma de
acomodarlos en el mundo.
Una
noche al amor de lumbre cuando el regimiento retirado en sus catres, dormía, Adolfo
aprovechaba para hilvanar con Caya un par de parrafadas, no más. Él tenía para
sus adentros que si algo se podía decir con dos palabras no había que ser
pelmazo usando cuatro. Hasta en eso era comedido y ahorrador, por no gastar, no
gastaba ni en saliva.
—Caya
¿Qué vamos a hacer con esta prole que dios nos ha dado?
—dios
no nos ha dado nada, ¡Me los has hecho tú, so cretino! ¡A ver si ahora vamos a
creer en palomas preñadoras!
—No
te enfades mujer, lo de dios es un decir a fuerza de la costumbre.
—Una
costumbre que no sirve, que habría de ser cambiada, que las palabras están para
algo y según como se empleen sirven para una cosa o para su contraria. Las
costumbres están para crear confusión.
—Razón
no te falta, pero no has contestado a la pregunta que es más importante que las
palabras o cualquiera otra conveniencia del lenguaje mal o bien usado.
A
Caya se le marcaban en el entrecejo los surcos cuando se le cruzaba una idea,
se instalaba en su cabeza como una espiral hasta llegar a dar a luz el plan que
a la postre traería una presunta solución.
—Una
granja de cerdos.
—¿Qué
has dicho?
—Una
granja de cerdos. Criar cerdos, engordarlos, llevarlos al matadero y colgar los
jamones en el secadero. Cuando la cosecha de jamones esté lista, comenzar con
la repartición.
Uno
para el cura que se encargue de colocar a Lezo; este niño ha nacido con un
rosario colgado de sus riñones.
Uno
al concejal de ‘asuntos varios’ para que haga lo propio con Pío. En ese ‘varios’
algo habrá para él.
Uno
para la presidenta de fiestas, festejos, deportes y cultura para Rosa, a ver si
aterriza de una vez por todas.
Uno
al médico de la presidenta, que apañe a Fito antes de que convierta el pueblo
en una ciénaga verde.
Uno
para el gobernador; seguro que puede conseguir para Tita la posición que
merecen sus andares.
Uno
para el director de la facultad de farmacia. A Mingo entre potingues y fórmulas
magistrales se le curará la fantasía de creerse enfermo, cuando está más sano
que tú y que yo.
Uno
para Don Caruso, director de teatro. Lili puede llegar a ser una estupenda
actriz.
Los
jamones deberán ser renovados cada equis tiempo a fin de no perder el favor de
los mecenas. De ahí que necesitas la granja de cerdos, imprescindible para la renovación
de la pitanza.
Este fue el inicio de una era en que el jamón fue protagonista de todo favor conseguido por la vía pitancil en un país sobrado de estos omnívoros.
Adolfo quedó mudo ante el discurso de su mujer. No había amanecido cuando saltó de la cama, se vistió al asalto, tomó su desvencijado coche y se dio a la tarea de encontrar ubicación para crear la granja porcina. Si los vaticinios de Caya se coronaban, tendrían a sus hijos colocados por suerte y gracia de una piara de gorrinos.
Dicen
que del cerdo todo es aprovechable, pero ¡Dónde esté un jamón! Cambia voluntades,
concede favores, instala pollinos donde debería haber personas válidas…Una
ristra de bondades a través del buen yantar…
*Nota
de la autora:
El nombre del país ficticio, así como los datos relativos al mismo que aparecen en este post, están sacados de: https://paisesficticios.fandom.com/es/wiki/Wiki_Paises_Ficticios
Bandera y escudo de Bertia:
Genial. Una maravilla, Consuelo. Que bien contado, que buenos diálogos. Me ha gustado mucho .Un saludo.
ResponderEliminarEs una alegría para mí ver que algo de lo que escribo gusta. Muchas gracias por tus generosos comentarios. ¡Saludos!
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