VILLANOS DEL DÍA A DÍA

Septiembre, ese mes que promete más de lo que está dispuesto a cumplir. Cuando sus hermanos de calendario tomen el relevo habrá olvidado su ofrenda. Por cada hoja caída se va al garete una de sus ofertas.

Laia había pasado los meses anteriores planeando el curso, imaginando a sus nuevos compañeros, como sería el campus, como la residencia…ni un minuto dedicado a pensar en las clases, ¿¡Para qué!? Ya se vería si acertaba o no con lo elegido…

Llegada y toma de posesión de sus aposentos. Habitación propia. Podía permitirse el lujo de no tener que compartirla. Primer día de clase. Pasillos retumbando con el trotar de mil pisadas que hoy todavía resuenan en su cabeza. Entrada a la clase de D.M.M., y desde ese día, el insomnio fue el mejor o el peor de los amigos que tuvo el resto de su estancia en la Facultad.




Fue verlo, escucharlo, y, el cuerpo, tomó forma de una columna marmórea: tieso, inflexible, inmaleable…la voz que llegaba hasta ella, trepaba por su interior como una serpiente y se acurrucaba en cada recoveco de sus vísceras. Desde su boca, bajaba por el esófago hasta su estómago, recorriendo intestinos, saltando de un órgano a otro hasta llegar a sus pies…y se rindió, se rindió a esa voz, a ese cuerpo, a esa estampa de héroe fabricado a través de multitud de películas mercenarias de una estampa inexistente.




Caída tras caída llegó al tercer trimestre. Cada vez que D.M.M. la conminaba a su despacho se apoderaba de ella una sensación con olor a muerte. Sabía que se dirigía al matadero, de rodillas postrada ante él, esperando la puntilla que la rematara.




—¿Se puede saber qué te pasa Laia? –pregunta su amiga Lita con la bandeja de comida haciendo las veces de frontera entre las dos.

—Nada. Estoy con la regla.

—¡Pues qué regla tan larga la tuya qué dura un trimestre entero!...¡Mira! No me lo cuentes si no quieres, pero no te obligues al humillante oficio de mentir.

Laia trata de ensayar una sonrisa; en su lugar aparece un gesto deformado que agudiza aún más, si cabe, la mueca de dolor que se esconde tras la cortina de sus pupilas.

—No seas pesada. No me pasa nada. Solo unas noches de insomnio y la preocupación por los finales. Ya se me pasará. De verdad, estoy bien.

—Vale, no insisto. Me queda cristalino que sea lo que sea no quieres hablar de ello. Si necesitas algo, sabes que puedes contar conmigo.

—Claro.

Entró en el despacho, cerró tras de sí la puerta. Esta sería la última vez que él abusaría de su fuerza y de su estatus. Un mechero en el bolsillo, un pequeño bote de gasolina, comprados ambos en el estanco, eran suficientes para quemar el rastro de toda la iniquidad acumulada en aquel antro de virtuosismo imaginario, el de un héroe asqueroso, la más asquerosa de las villanías cometidas a la sombra de la protección y el silencio de un sistema endogámico. Y el despacho de las despachadas, despechadas, disciplinadas, aterrorizadas bajo el poder y el miedo que generan las amenazas del más villano de los «héroes», voló por los aires. Ella, con la falda y una parte del pelo chamuscados, salió de estampida, sin parar, hasta perder de vista el recinto.  




En el periódico de la universidad aparecía una nota brevísima sobre el acontecimiento: «Ayer en el despacho del decano un papel mal apagado en la papelera –se investiga cómo pudo llegar allí- provocó el incendio que ha destruido parte del mismo y causado la muerte del rector. La universidad en pleno se une al dolor de la familia y prepara actos para honrarle y reconocer su exquisita labor en esta institución».

 

Laia se casó con un notario tan triste como su profesión. No volvió jamás a pisar una universidad. Dedicada a criar hijos y a llevar la intendencia de una casa que la ahogaba con la soga invisible del aburrimiento y de la inutilidad que representaba para ella su existencia: daños colaterales.
















 

Comentarios

  1. A veces el mal sabe ocultarse muy bien, pero cuando es descubierto hay que actuar. Y dicen que el fuego purifica.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El fuego tiene una gran potencia limpiadora. Gracias por comentar. Saludos, David.

      Eliminar

Publicar un comentario

Soy toda "oídos". Compartir es vivir.

Cuentos chinos

EL ÉXODO DE LA PALABRA

LOS ABRIGOS DE ENTRETIEMPO

SI TE HE VISTO NO ME ACUERDO

CÍRCULO SUSPENSO

LOS SIETE PECADOS CAPITALES

LA HUIDA

CICATRICES: LA CASA CUBIERTA DE OLVIDO

INDIGENTES INTELECTUALES: LA SIEMBRA

ECLIPSE

NO HAY COLEGIO EN EL FIN DEL MUNDO