LA TECLA
Ahí seguía la tecla, desafecta hacia el tirano, como si este no la hubiera golpeado una y un millón de veces.
La tecla hiriendo con saña el
papel, dejando en él la llaga impresa a través del mandato de su impulsor.
La tecla, con voluntad de
hormiga, va horadando punto a punto el verso derramado desde la autopista del
pensamiento a la meta que es el papel.
Las teclas huérfanas de tinta
dejan la sombra que espera ser regada.
El rodillo cargado de letras,
da vueltas cual noria inagotable, que va hilando palabras como el orfebre que
tatuara la música que las habita.
…Toc…toc…toc…la tecla canta,
la tecla entona el ritmo de la canción que deja impresa, matrimoniándose con la
tinta que emborrona el folio otrora impoluto; ahora, manchado de sangre.
Los ordenadores no tienen ese encanto. En cambio las máquinas de escribir; colocar el papel en el rodillo, el tecleo... aunque yo apenas utilizaba el dedo meñique.
ResponderEliminarEscribir a máquina era todo un arte: «El arte de no perder los dedos» que quedaban castigados y doloridos. Pero sí, era como ir cincelando las palabras, cosa que no pasa cuando escribimos en ordenador...
EliminarGracias Chelo. Que nostalgia del sonido de esas teclas… La tecnología se impone, menos mal que queda la memoria. Me gusta como haces que el lector sienta “la máquina” como a un ser vivo.
ResponderEliminarEs cierto, ¡el sonido! en cada «toc, toc, toc» iba un aliento, una idea, una confesión...Muchas gracias por tus comentarios.
EliminarLas máquinas de escribir son de esos amores que no se olvidan. Magnífico.
ResponderEliminarGuardan un halo de romanticismo y el esfuerzo que conllevaba escribir. Gracias por tu comentario. ¡Saludos!
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