FLORES ENTRE LAS MURALLAS
A la puerta que un día lució un azul cielo le había brotado una erupción de granos grises.
La puerta que un día se abría
al mundo de los juegos, hoy destapa una atmósfera cenicienta.
Cira cada mañana empujaba la
enferma puerta y, ésta, al recibir el empuje regalaba a la niña un quejumbroso
grito de desconsuelo al no poder ofrecerle ya el paisaje que antaño alumbró una
tierra vívida, colorista, esperanzada…
Cira corría entre escombros
hasta llegar a la muralla que había formado la deflagración causante del
desolado e irreconocible escenario creado en los últimos meses.
Encaramada en lo alto, paso
tras paso iba hilando palabras, palabras llenas de vida, de amor, creando su
verso, su esperanzada canción en la creencia de la posible aportación que
pudiera engendrar un porvenir blanco, sin ruido, sin balas, sin destrucción…siempre
sintió una especial atracción por las alturas, explorando montículos por los
que poder trepar…
Las piedras que iba pisando se
derretían con cada paso de la niña y, en su licuación, componían con ello un reloj
de arena, creando a su vez la impronta del tiempo derretido. Y, ese polvo
derretido, calaba las grietas por las que se colaba un incontable e inagotable movimiento
cual partitura que hubiera perdido su clave de sol…
Y Cira se iba por entre las
piedras, cantando, soñando…
*Foto de: Robert Doisneau
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