CASTILLOS DE AIRE
Al albur de una esperada era
que, no terminaba por dar la cara decidió construir para sí un castillo que lo
elevara a lo más alto del pensamiento hiperbólico.
Que desde las alturas consiguiera atisbar el yo.
—¿Quién
soy?
—¿Por
qué yo?
Y, desde su aporía recorría de lado a lado la pasarela cual
autómata hasta perder la conciencia de lo que rodeaba su construcción.
Lanzó su erotema hacia el infinito y, el eco que siempre
está ahí, al acecho, respondió con lo que para él sería otra aporía:
«El
mapa no es el territorio».
El puente ascendía de forma lenta,
pronosticador de tantos venideros días solitarios.
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