TALASO

 

Talaso, siempre soñaba con agua. No conocía el mar. Había nacido entre pastos, praderas, montañas y valles poblados de animales, de los que hacen compañía y, de los proporcionadores de sustento a los habitantes de aquella comarca. Soñaba con agua. Soñaba cada noche con agua. Tan reales eran sus sueños que amanecía inundado para disgusto de la madre, desesperada ante aquel incidente diario. De su incontinencia nadie adivinaba el motivo ni nadie tenía el remedio que hubiera sido el consuelo de su progenitora. Talaso, como cada noche soñaba con agua. Talaso, cada mañana amanecía empapado. 

Mientras, por el camino, a un lado y al otro, vacas, ovejas, cabras…pastaban con deleite; lo veían pasar ensimismado, siempre, siempre, pensando en agua…

—Talaso, cuando cumplas doce años te llevaré a ver el mar. —Le dijo un día su abuelo.

No pudo ser. Una tarde al volver de la escuela se topó con un grupo de plañideras a la puerta de su casa. De inmediato supo lo que había pasado. Se encerró en su cuarto esperando poder llorar la muerte del abuelo, pero, ni una gota de agua se dignaba a soltar su lagrimal.

Y, siguió recorriendo caminos por entre alcorces con una idea fija: ver el mar.

Una tarde igual a otra. Otra tarde. Pero, no, esa era una tarde distinta; el aire norteño presagiaba que así iba a ser.

Cuando Talaso llegó a casa después de sus correrías, le espera lo más inesperado que hubiera podido imaginar. Sentado a la mesa de la cocina junto a su madre había un señor que, él no recordaba haber visto en su vida. Era el tío Eugenio, hermano de su madre. El tío Eugenio marchó a hacer las Américas allá por no se sabe ya que año y, decidido a visitar a su hermana después de tanto tiempo se presentó sin aviso vestido de punta en blanco. De su chaleco asomaba una cadena de oro engarzada a un reloj del mismo metal. En su dedo meñique un ostentoso anillo con una esmeralda resaltaba la crudeza de una mano acostumbrada a medrar.

—Talaso, este es tu tío Eugenio, ¿No te acuerdas de él? —Preguntó la madre.

—No, madre. Creo que no lo he visto en mi vida, ¿Cómo podría acordarme?

—Tiene razón el chaval, mujer. Ven acércate y dame un abrazo, ¿Cuántos años tienes?

—Dieciséis, señor, para diecisiete dentro de un mes.

—¡Claro! ¿¡Cómo ibas a acordarte de mí si yo me fui de aquí hace más de veinte años!?

—La vida pasa tan deprisa que parece que fue ayer…y sin embargo…—Susurró la madre.

Hechas las presentaciones y después de una escueta conversación sin sustancia cada mochuelo se instaló en su olivo.

Talaso y su tío hicieron buenas migas por afinidad o por genética estas cosas nunca se conocen del todo, el caso es que, congeniaron muy bien. Coincidían en gustos y formas de entender la vida y el mundo que les rodeaba. Una tarde apoyados en la pared de una majada surgió tras agotar la conversación el tema que tenía obsesionado a Talaso: el agua.

Medio tartamudeando por el temor de contar a su tío lo que era su recurrente sueño, Talaso, acabó por desvelar su único deseo: ver el mar.

Regresaron en el más absoluto silencio. Mientras en el muchacho crecía la zozobra por si había molestado a su tío con sus ensueños.

—Hermana, ¿Darías tu permiso para que Talaso me acompañara en mi vuelta a las Américas? —Preguntó el tío Eugenio a su hermana.

Talaso se quedó de piedra. Ante el temor de haber molestado a su tío con sus ilusiones lo último que esperaba era escuchar esto.

La madre también se quedó patidifusa al escuchar la pregunta. En un primer momento no acertaba a reaccionar. El tío observando la escena dijo:

—Comprendo la sorpresa que os ha causado mi pregunta; quedan días de mi estancia aquí en los que tendréis tiempo para pensar o decidir lo que mejor os parezca a los dos.

Talaso, cruzó el Atlántico. Nunca en sus sueños vislumbró la grandeza del Océano. Con el cuerpo pegado a la barandilla del barco no apartó la mirada del mar hasta llegar a tierra.

—Tío, no sé cómo puedo agr…

—No tienes que decir nada, solo aprovecha tu vida y cruza el mar cada vez que lo desees.

Talaso, volvió pasados muchos, muchos años a pisar la tierra de sus orígenes; esta vez con el sueño de ayudar a otros «Talasos» a cumplir sus ilusiones.




 


Comentarios

Cuentos chinos

EL ÉXODO DE LA PALABRA

LOS ABRIGOS DE ENTRETIEMPO

NO HAY COLEGIO EN EL FIN DEL MUNDO

INDIGENTES INTELECTUALES: LA SIEMBRA

TIRAR LA TOALLA

LA HUIDA

CÍRCULO SUSPENSO

EN EL PAÍS DE LOS JAMONES UN CERDO ES EL REY

VENENO

TIEMPO PERDIDO